Cap. 12

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SON:

«El pleito con los molinos harineros del Ciguela»

En la huerta estaba el nieto de la Filomena, cuando vio venir en concurrencia a varios hombres del pueblo. Llegados cerca de la casilla, saludó el mozo a la afluencia, pensando en su cabeza que extraños menesteres se habían de traer los mismos, subidos en mulas y con herramientas propias de cavar. Descabalgados, pidiendo permiso, dieron agua a los animales. Gente de la justicia y otros vecinos, conocidos por Cazuela, eran los presentados que se acudían a la presa del molino de Esteban Fernández.

-Notables son los hombres que han venido-. Dirigiéndose el de la Filomena a Ruy Mimbarrejón, por más confianza.
-Remedio último es el que nos traemos-. Dijo Ruy-. En días pasados me detuve en esta huerta, si recuerdas, viniéndome de la zona de la reja del río Ciguela. De vigilar el estado del cauce del mismo era mi comprobación. Múltiples quejas en documentos escritos se han enviado a las justicias concernientes, sin haber recibido respuesta alguna. Mucha fatiga es esta, la de acudir a la jurisprudencia de la ley, sin ser atendida la causa justa que dicen que amparan. Harto se haya el pueblo y su consejo con este proceder. Los del molino harinero de Esteban Fernández, el que queda frente a la reja, tapado y desviado tienen el río, cortando sus aguas, llevándolas al propio molino suyo, sin dejar ni una gota a las lagunas y la dehesa, ni discurrir las propias por la madre del rio. La pertenencia del término es de Quero, regentes son de Alcazar, y amos los de Consuegra. No aviniéndose a las justas demandas, el único socorro es el que nos procuremos nosotros a una. Allá nos vamos, con estos que conoces, Alonso Hernández, con los regidores, Hernán Vázquez y Rodrigo Manrique y los alcaldes, Francisco Martínez y Diego de Torres, a romper la presa del molino, para que el agua discurra por su curso natural, vierta al caz, y llene las lagunas. Así ha sido desde inmemorial tiempo, y razones honradas nos asisten. Letrados nos llaman, en disimulo, los de esos pueblos; más la ignorancia les hace torpes, si no alcanzan a saber que ya Enrique III dictó en legislación, mandando que cualquier Concejo o persona particular, que cerrare o embargare las canales y los ríos, que entran en los términos de las ciudades y villas fueren sancionados en su justa condena.
No habiendo riña, antes de las vísperas será nuestra vuelta por este camino. Si más tarde apurados nos viéramos, hacer noche y quintería nos complacería hacer en tu casilla.
-Obligado y complacido quedaría, y a seguro que mi abuela no pondría impedimento. A resguardo se estarían, las mulas en la corraleta contigua, con pienso, cebada, y agua para cada una-. Contestó Cazuela-.

Partieron todos estos hombres hasta el molino harinero de Alonso Díaz, propietario del mismo, con pocos hablares. Desde la hora del ángelus hasta llegadas más allá de las vísperas cavando y sacando tierra anduvieron sin apenas detenerse en la labor. Trocaron todo el taponamiento de la presa hecha por los molineros, hasta dejar el cauce propio del rio en su estado innato, sin dejar que los sirvientes de Pedro Díaz, hijo de Alonso Díaz, metieran baza por ser menos que los de la Villa Franca, viendo que cuenta no les traía buscar pendencia.
Escondido estaba ya el sol, cuando resolvieron volver al pueblo. Estandose de regreso, retornaron por sus pasos de nuevo hasta la huerta de la Filomena. El nieto, tal como había hablado con Ruy por la mañana, continuaba en el lugar, con la mula “Carbonera” entrada en la cuadra de la casilla.

-De noche se ha hecho, Ruy-. Saludó a los que retornaban.-
-Apurados nos hemos estado hasta dejar que el agua del río corra otra vez por el caz-. Respondió al saludo Alonso Hernández, siempre al lado de su compañero Mimbarrejón.-
-Las mulas descansadas se encuentran, más nosotros, rendidos hemos ultimado-. Habló Diego de Torres, el otro alcalde ordinario-. Más amparados quedaríamos si pasamos noche aquí, que descanso necesita mi figura.
-Quédense como en su casa, procuren agua a las mulas, y si de comer es su apetencia, tomen lo que precisen de las matas de la huerta, que tres panes de kilo y cuarto hay adentro-. Invitó Cazuela-.
Dicho y hecho, instalando a los animales en el corral, se aposentaron dentro de la casa de la huerta, unos en los camastros, y otros recostados en las albardas y aparejos. Diego de Torres como un sopón quedó con tentar el jergón, a la vez que Hernán Vázquez y Rodrigo Manrique. Los demás, en casquera anduvieron un rato junto a la lumbre del fogón echando unos tragos de vino.

Estaban todavía las estrellas en el cielo y todos dormidos, cuando la puerta de la casilla pareciose que iba a abatirse al suelo.
-¡Por la vida del matacandil!-. Clamó sobresaltado Cazuela-.
-¡Abran la puerta a la Santa Hermandad!-. Se advertía fuera de la casilla.-
-¡Por el Santismo Cristo de Santa Ana y mi otra abuela Dorotea!, ¿¡qué es esto?!.- Voceó el de la huerta.

– ¡Rayos de barriga y zangarriana me entrarían de no estar acompañado de la justicia y los otros hombres!-. ¡Voz de cuadrillero de quien sea, si de verdad son los mangas verdes quienes llaman!.
-¡Raudo abran la puerta los que dentro se estén a la obediencia de Melquiades Fernández de Avilés!-. Gritó el jefe cuadrillero-.
Descerrojó la entrada a la casilla el nieto de la Filomena atendiendo el requerimiento de los que aporreaban.
-¡Tente quieto, y los terceros quédense sin remover, al sometimiento de la “Santiaga”!-. Ordenó Melquiades avisándoles del buen filo de su espada-.
-¿Otra vez, señor cuadrillero, nos encontramos?. ¿A qué estas voces y proceder en esta huerta?.- Preguntó Cazuela-.
-¡Sejate mozo aguardando sin entorpecer la indagación de la Santa Hermandad!. Mandamiento de detención traigo en documento extendido por los alcaldes y del Regimiento de Alcazar. A fe, que la búsqueda no ha sido en vano de encontrarme aquí a tantos presentes y tan cerca del sitio de la fechoría cometida.
-¡Tente cuadrillero a los regidores y alcaldes de la Villa Franca!-. Procuró Francisco Martínez-. ¡Justicia y hombres buenos del pueblo somos!.
-¡Será, más la única ley ahora está en la captura y encierro de los culpables del delito, hasta que la justicia de Consuegra manifieste lo contario!-. Silenció Melquiades-. ¡De camino!-.
-¡Qué desmán!.- Dijo Cazuela-.
-¡Tú, silencio, o también de camino!-. Sentenció el de la Santa Hermandad-.
-(Ojo el palomo, lo que le va a cundir..).- Pensó el mozo entre sí, quedándose observando cómo se alejaban presos la justicia y los otros, escoltados por los cuadrilleros y su jefe Melquiades.-

-Que entren los acusados del cierre del agua al molino de Esteban Fernández-. Ordenó el gobernador magistrado del Tribunal de Consuegra-.
Cabizbajos aparecieron en la sala los de la Villa Franca, con los alcaldes ordinarios Francisco Martínez y Diego de Torres en cabecilla. Viéndolos el juez esqueléticos y espirituaos, cuestionó a los que tuvieron la custodia las razones de tal aspecto, pareciéndoles a la vista salteadores de baratija.
-A pan y agua han estado presos durante más de un mes, para forzar a su reconocimiento de culpa.- Contestó un guardián-. El jefe de la Santa Hermandad, Melguiades, junto con sus cuadrilleros, los detuvo en nocturnidad escondidos en una casilla de huerta de propiedad de una tal Filomena, tras perpetrar delito en el Ciguela.
-¡Qué hablen las partes!.- Exigió el gobernador-.
-De conducta grave acuso a estos hombres.- Parlamentó Juan López del Quintanar, en representación del Concejo de Alcazar-. A sus luces tuvieron, impedir el agua del molino, encarrilándola a sus lagunas, las cuales no tienen aprovechamiento, impidiendo la molienda y el regadío de las tierras ribereñas de Alcazar, con el agravante de haber hecho rotura en término y jurisdicción de Quero, y ser los alcaldes y regidores los que habían estado al frente de los infractores, cuando su labor, como representantes de la justicia, hubiese sido la de impedirlo. Por lo cual, los propietarios de los molinos exigen mil fanegas de trigo por este estrago.
-Justo es el proceder de los reos-. Habló defendiendo a los cheleros Francisco Núñez-. Anterior fue el atropello realizado por Pedro Díaz, hijo del propietario del molino, que con otros, taparon el caz y el agua entrante en las lagunas. Hecho que le ha de constar con solo abrir un cajón de su mesa y ver los muchos escritos dirigidos a esta Justicia de Consuegra, de la cual indigna conducta ha sido, que ni contestación tuvo a bien responder. Mucha ha sido la templanza de los de la villa hasta saltar la chispa. A lo cual, se pide el libramiento de los del concejo y los otros, requiriendo que antes se le dé sentencia a Pedro Díaz por su atropellamiento.

(Continiua)