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Refugios y Campo de Aviación

Refugios y Campo de Aviación

 

Nombre

 

 

El Aeródromo o “Campo de Aviación” como se le conoce en Villafranca, fue creado durante la guerra civil española.
 
Hoy día se conservan lo que son en si, los refugios y los restos de una casa militar.
 
Quedan la zona propia del “Campo de Aviación” y los Refugios a una distancia aproximada de uno o dos kilómetros del sitio llamado “Polvorín”. Utilizadazo para recinto militar y almacenar material explosivo. Su uso normal eran unas canteras de piedra. Hoy día, solo quedan lo que son los subterráneos de este lugar.
 
Dentro de los Refugios, y abajo, se encuentran unas habitaciones.
 
Este sitio es accesible desde la carretera que va a Las Lagunas de Villafranca, quedando a la derecha cerca del Centro Ecuestre Los Caireles.
 
 
 

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Nombre6

 

Iglesia Parroquial Villafranca

IGLESIA  PARROQUIAL

ANTIGUA FÁBRICA DE LA IGLESIA (Anterior a 1.786):

 

 

    Todas las parroquias del Priorazgo de San Juan adquirieron el titulo de Santa María, siguiendo el ejemplo de la población principal, Consuegra.

   Hasta el siglo XVIII, la Iglesia Parroquial de Villafranca tomo el nombre de Santa María, y a partir de aquel momento paso a llamarse Nuestra Señora de la Asunción, distintivo canónico que también adquirieron las demás villas del Priorato de San Juan.

  En su origen, la Iglesia se emplazo en un lugar amplio y espacioso que con el tiempo se convertiría  en el principal núcleo del pueblo.

  La fecha de su primera edificación hay que situarla en el siglo XVI, en respuesta al capítulo provisional celebrado en este siglo por el que se ordeno  levantar iglesias, gemelas, en los pueblos de este Priorato.

  Su planta responde al tipo de cruz latina, con crucero marcado, presbiterio circular, sacristía y dos naves, en su esquema original.

   Al exterior, el perfil de la cabecera era recto, hasta fines del siglo VIII en que se aumento la Sacristía Norte y se destaco el perfil ondulado del Presbiterio. La torre se levanto a los pies del templo, cuadrada, ocupando la nave mayor, comunicaba el exterior con el interior de la Iglesia, por medio de dos puertas, una al este y otra al oeste. Al campanario se ascendía a través de una escalera interior colocada en la nave pequeña, y por otra que salía al lado del depósito de huesos.

   La extensión de la planta antigua de la Iglesia de Santa María de Villafranca era: lado norte 40 m., lado sur 35 m y medio, lado este 16 m y medio y lado oeste 15 m.

   El muro de la Iglesia es de mampostería de piedra de varias clases, la que daba el suelo y la zona de Villafranca. También se utilizo el ladrillo. Todo con buena unión y trabazón. Las esquinas del muro exterior se reforzaron a base de grandes sillares de piedra.

   La pared del mediodía estaba hecha de tierra, de ahí que en 161 se levantara de piedra, cal y arena. El grosor de sus muros es de 1m aproximadamente.

   La puerta de la Iglesia se situaba en el lado sur. Con el tiempo se abrió otra enfrente, en la pared norte. Ante las dos fachadas se extendieron dos atrios, abiertos a modo de pequeños ensanches.

   Si nos atenemos a lo que supone lo más destacado de la primitiva iglesia de Villafranca, comenzaremos el estudio por su Crucero.

   El CRUCERO está formado por la Capilla Mayor, en el centro, cubierta con bóveda de entrelazada crucería gótica, con soportes de voladas ménsulas, y por los brazos del mismo – con capillas- cubiertos con bóvedas de media naranja. Las tres cubiertas descansan sobre amplios arcos de medio punto. La bóveda de crucería es de última época, consta de varios nervios de cuyas intersecciones penden claves de diferente tamaño. Este espacio se halla enmarcado por robustos pilares circulares –de 1 m de diámetro-, de alto basamento y capitel moldurado. Se hallan separados entre sí por 7 m poco más o menos. Es curiosa la disposición que presentan los dos pilares del crucero, de la nave central, ya que aparecen doblados por medios pilares de iguales características. Desde estos arranca el gran arco de medio punto central.

   Por estas cualidades, este Crucero cabe fecharse en la primera mitad del siglo XVI.

   La bóveda de la nave central de la iglesia de Villanueva de Alcardete (Toledo) es similar a la de este crucero.

   En 1651 se cubrió y reparo la bóveda gótica de la Capilla Mayor.

   El Crucero da paso al Presbiterio, semicircular, a través de un arco de medio punto peraltado. Tiene un fondo de 4,62 m. Al altar Mayor se accede por unas gradas, y en su frente se ubica la Capilla de Nuestra Señora. Para este altar era necesario en 1761, un retablo, pues carecía de él. Solo tenía “ un cascaron, que hizo la Cofradía del Santísimo, para colocarle en sus funciones”. Esto nos pone en relación con la forma de abovedamiento que presentaba la escuela de Siloé, donde unían veneras con cubiertas de crucería gótica.

   Sobre el Presbiterio se hallaba una tribuna o camarín.  Una escalera ponía en comunicación ambos pisos.

   La iglesia de Villafranca de los Caballeros ha sufrido numerosos reparos a lo largo de los siglos. Sobre todo, hay que citar las grandes reformas de los siglos XVI, XVII y XVIII que, en parte le quitaron su antiguo carácter.

   El tipo más usual de Sacristía en el mundo barroco fue el rectangular, adosado a un lado del templo. Así se encontraba, en 1651, la Sacristía de la Iglesia de Santa María de Villafranca, pegada al lado norte del Presbiterio y cubierta con armadura de madera.

   El 18 de febrero de 1715 se empezó a tramitar su reparación, por estar totalmente arruinada.

   Las dos Dignidades- Arzobispal y Prioral- se encargaron de su subvención por medio de las rentas y diezmos que percibían de los vecinos de Villafranca. La Dignidad Arzobispal mando a Francisco González, alarife y maestro de obras de Toledo, para que la reconociese. Pero seria Andrés García Parra, vecino  y maestro de obras de Alcázar quien llevase a cabo dicha obra, por valor de 16.800 reales vellón. Cada interesado en diezmos debió contribuir con quinta parte de lo que percibiese al año.

   Fue en ese año, 1715, cuando se abrió la zanja de la Sacristía, enrasada de cal y piedra y los cimientos se rebocaron de cal. El 7 de noviembre de 1720 todavía se continuaban las obras y reparos en la Parroquial. El importe de toda la obra se hizo en tres plazos: el primero al comenzar la obra, el segundo estando a medias, y el tercero cuando se finalizo.

   El 6 de agosto de 1729, Ignacio Hernández, de Villafranca, escribió que “...para la reedificación de la Sacristía de Villafranca se necesitó 16.600 reales”.

   El 11 de octubre de 1748, Manuel Pabon, maestro de obras de Consuegra, advirtió que se tenía que reparar la canal maestra del tejado de la Sacristía contra la pared del Presbiterio.

   Las ventanas rectangulares, tanto de la Sacristía, como de los brazos del Crucero, presentan derrames hacia dentro.

   A mediados del siglo XVIII se construyo otra sacristía en el lado opuesto del Presbiterio. En ella fue colocada otra escalera de acceso a la tribuna.

   En 1761 se retejaron ambas sacristías.

   Sobre estas bases arquitectónicas se formo el resto de la Iglesia. Las dos naves, que formaban el cuerpo del templo primitivo, eran de diferente anchura, había una mayor de 7,70 m de ancho y otra de menor de 3,70 de ancho. Estas naves se hallaban separadas por dos columnas cilíndricas de menor sección que las del Crucero ( de 0,63 m de diámetro). Estas columnas son rechonchas, de fuste liso y capitel octógono. Los capiteles, posiblemente modelados en yeso, tienen entre sus molduras decoración de bolas. Estas dos columnas del cuerpo de la Iglesia antigua estaban separadas por 7 m y ½ aproximadamente. Los arcos forneros correspondientes a las dos naves de este templo son de medio punto, que cargan sobre las mencionadas columnas, resultando excesivamente anchos y bajos.

   El cuerpo de esta parroquial, desde sus comienzos, cubrió de madera sus dos naves, ya que hasta finales del siglo CVI se utilizaron, en su gran mayoría, armaduras de madera en la cubrición de aquellas.

   Según Juan de Arenas, la nave pequeña, en 1731 se desenvolvió por tener toda la ripio y correas podridas. Entre las vigas que tenia se pusieron otras nuevas del mismo grueso y largo, labradas en la misma forma. Se tejó poniendo las canales a cuerda y lomo.

   Manuel Pabon escribió en 1748 que los tejados y las enmaderaciones de la Iglesia necesitaban repararse. En diciembre de ese año fue reparada su nave norte.

   Todo el interior del templo estaba blanqueado, paredes, arcos y bóvedas, pero se manchaba con frecuencia a causa de sus continuas goteras. En 1761 se puso en todos sus muros, yeso blanco, procedente de Alcázar, y en todas su circunferencia se echó un rodapié de yeso pardo de 1 vara de alto El importe de la tercera parte –pagado por la Dignidad Arzobispal- de la obra en sus armaduras fue 1427 reales y 9 maravedíes vellón.

   En 1764 se puso solado a la Iglesia, con baldosas de Villafranca, para su mayor aseo y duración.

   Los artesones o maderaje de la nave mayor se compusieron en 1775 en dirección poniente y norte.

   Dos años después, cuando la Iglesia aun tenía dos naves, se pensó darle mayor extensión, con un gasto aproximado de 90.000 a 100.000 reales vellón, sin lograrse, no obstante, la capacidad necesaria. En el estado que tenía cabían unas mil personas. Con su aumento, reduciendo a capillas la nave del norte, y la que se había de hacer en el lado opuesto, quedaría con menos proporción que la que entonces tenía. Si la mayor extensión se diera sin capillas, precisaba derribar el templo y hacer otro nuevo. Los vecino de Villafranca querían contribuir en la nueva fábrica, con 165 plomadas, los labradores contribuirían en la conducción de los materiales necesarios, piedra, yeso, cal, arena, ladrillo y teja.

  El Maestro Mayor José Palacios dijo el coste que tendría la construcción de una iglesia nueva sin salir de los límites de la que existía, ampliándola a todo cuanto pudiera dar de si dicha demarcación en su terreno. El Maestro certifico en febrero de 1778 que si la planta se hacía de nueva fabrica desde sus cimientos hasta su entera conclusión, derribando todo de la antigua, separando unos materiales de otros, la iglesia quedaría cerrada con un antepecho de 4 pies de alto y 2 pies de grueso, de piedra mampostería con mezcla de cal y arena, y su zócalo de piedra labrada y albardilla de lo mismo para su mayor seguridad. Tendría un coste de 230.000 reales a la que se restaría s20.000 reales de los materiales de la iglesia vieja, y de estos, 10.000 fueron necesarios para la demolición, por lo que vendría a costar 220.000 reales. Y si los labradores contribuyesen con las peonadas, se quedarían en 200.000 reales. Por otro lado, el templo se fabricase dándole la amplitud de 6 varas en su latitud y 10 en su longitud, sin salir de su demarcación, esto costaría 280.000 reales y hechas las bajos antes dichas se quedarían en 230.000 reales.

  Las paredes de la Iglesia no cesaban de desmoronarse debido a su antigüedad, y la madera de la bóveda se estaba desuniendo . Al hacer la ampliación de la Iglesia por el lado sur, la armadura del cuerpo central, se dejaría.

   Siguiendo con la planta antigua de la Iglesia de Santa Maria de Villafranca, encontramos un coro en alto, erigido sobre dos pilares, en el centro del ultimo tramo del cuerpo de la Iglesia.

   La TORRE de la Iglesia Parroquial responde al modelo de torre campanario, de esbelto tronco de sección cuadrada, adosado al cuerpo de la Iglesia hasta los cuerpo abiertos de campanas a partir de donde se vuelve exenta.

   Las diferentes alturas que ha tenido, a lo largo del tiempo, de distinguen hoy por su colorido. La primera torre llegaba hasta el primer cuerpo de campanas y terminaba en chapitel.

   Esta arquitectura sufrió –como el resto del edificio- continuas reparaciones, debido a su antigüedad.

    En el año 1651 se tuvo que reparar enteramente por estar próxima a hundirse.

   En el siglo XVIII se realizaron las siguientes obras en este lugar:

   Por el informe de Francisco de Jaén Chacon y Vargas tenemos noticia de que el suelo de campanas se soló , en julio de 1731, de ladrillo de Villafranca, se hicieron los pasamanos de la escalera, se aderezaron los escalones y se recorrieron sus tejados por 1731 reales. En 1748 se reparo el chapitel por tener sus maderas podridas. El suelo de la torre se soló  con yeso y ripios en mayo de 1761, y su escalera se compuso con yeso y piedra.

   José Palacios escribió  el día 10 de julio de 1776. en Consuegra, una relación en la que decía como el chapitel que cubría la torre de esta Iglesia se hallaba muy destruido y como tenia podrida toda su enmaderación a causa de la mala disposición en que se había ejecutado. Por ello, había que deshacerlo por completo y volverlo a armar poniendo de nuevo todo su maderaje en entablado. También  creyó necesario entablar el suelo de las campanas y hacer un antepecho que circundase el hueco que había para que subieses y bajasen las pesas del reloj, y lo mismo se haría en el suelo de más abajo.

   El timbalillo que estaba  sobre la sacristía, se cambio a la torre, cerrando el hueco de campanas que cae a los tejados, con una reja voladiza de dos hojas y con candado, para evitar la entrada y salida de las gentes y muchachos.

   En el año 1777 la torre estaba, de nuevo, ruinosa por estar desigual en sus ángulo e inclinada hacia el norte con muchas piedras quebrantadas. Sin embargo, esa no fue la opinión del maestro mayor de obras de la Dignidad,  José Palacios, ni del maestro de obras de Herencia, Antonio González Román, quienes aseguraron que “...la torre se hallaba perfectamente a plomo por sus cuatro ángulos”.

   Las PUERTAS principales de la Iglesia de Villafranca –una al norte y otra al sur- eran de madera y se encontraban enmarcadas por una franja de piedra rojiza, terminada en su parte superior por dos pequeñas volutas.

   El hueco de las puertas mide 2,25 m de ancho.

   En 1776 se colocaron dos canceles en las dos puertas laterales de este templo para resguardo del polvo y del aire. Se hicieron a la francesa en su exterior, y embarrotazos y peinazos, con su moldura al canto, en su interior, con lo que tendrían bastante duración. El coste de los dos fue 5.600 reales vellón.

   RETABLOS: En 1653, en la Iglesia de Santa María de Villafranca, había siete altares, cuatro colocados en los brazos del Crucero, otro en el Altar Mayor y otros dos en el cuerpo de la Iglesia. En el siglo XVIII se redujeron a seis, uno menos en el cuerpo de la Iglesia.

  Retablo Mayor: El Altar Mayor del Presbiterio, ya dijimos, que carecía de retablo, de ahí que en 1776, José Palacios, proyectase su construcción. En su informe – donde incluía el diseño de Consuegra a 13 de septiembre de 1776, declaraba: ”...el Retablo se debera ejecutar con arreglo al diseño en todas sus dimensiones y se tallaran sus molduras según perteneze al orden corintio, y lo mismo se entendera por el Tabernáculo y concluido en esta forma costara doze mil reales al poco mas o menos. Si se haze solo Tabernáculo, se hara según se manifiesta  en el mismo diseño, a eszepcion que el dicho tabernáculo sera algun tanto mas grande  de lo que ha demostrado, para que llene mas el gueco y no parezca pequeño y tendra de coste de quatro mil reales poco mas o menos...”

   El Retablo de José Palacios se disponía siguiendo la forma semicircular del Presbiterio. Cuatro columnas corintias, exentas, de fuste acanalado se levantaban sobre alto basamento par sostenes un entablamento moldurado con saliente cornisa. El Altar Mayor se cubría con cascaron y en su frente, caserones. En el fondo de la pared se imitaron cuadros y hornacinas fingidas a base de guirnaldas. Esta cóncava estructura recogía en su interior la mesa del altar y el tabernáculo. Este imitaba una arquitectura templaria, repitiendo a tamaño menor, el esquema del retablo. Sobre tres gradas se disponían cuatro columnitas, también corintias, con su entablamento y cúpula. Su interior cobijaba el Sagrario, con puertecita adintelada rematada en frontón triangular.

   Según el informe de Alfonso Lujan, hasta el 1789, el Altar Mayor de esta Iglesia, solo constaba de un trono en el que estaba colocada las imagen de Nuestra Señora de la Asunción y donde se exponía el Santísimo en cualquiera de sus funciones. Esta imagen era de piedra, de tres pies de altura, incluida la peana. Estaba muy ajada, de ahí que solo pudiera servir para ser colocada en el frontis de dicha iglesia, donde antes se veneraba otra del mismo misterio. Esta se encontraba tan imperfecta que apenas se distinguía lo que representaba. Debajo de esta imagen se situaba el Sagrario. El Altar Mayor se ornaba con seis candeleros de bronce  y una cruz con Crucifijo, pequeña, de bronce, y otra de plata.

   Otros Retablos: Respecto a los demás altares hay que señalar que se hallaban levantados, cuatro en el Crucero – Nuestra Señora del Rosario en un colateral, en otro Nuestro Señor Resucitado y Nuestra Señora del Carmen, y a continuación San Francisco y el Santo Ángel- y uno en el cuerpo e la Iglesia, Nuestra Señora de la Concepción.

   En el altar de Nuestra Señora del Rosario se administraba la Comunión. Tenía una baranda de madera que luego se cambio por otra de hierro, compuesta por 104 balaustres. También, tenía su correspondiente Sagrario y un calderillo par el agua bendita.

   En 1721 hubo un altar dedicado a San Antonio Abad. En el año 1775 aun se conservaba ese altar, habiendo sido cedido a la Orden Tercera de San Francisco con la carga de cuidar de él. Su mesa de altar necesito dorarse, según declaración de Alfonso Lujan, Prior de Villafranca, al igual que la de Nuestra Señora del Rosario. Con la obra realizada en la Iglesia, a partir de 1786 aquel altar desapareció por haber en el pueblo una ermita destinada al culto de San Antonio.

   Las imágenes de Nuestra Señora de al Concepción – en el cuerpo de la Iglesia-, la de Nuestra Señora del Rosario y la de Nuestra Señora del Carmen- emplazadas en los dos colaterales del Crucero- eran de medio cuerpo. Siempre se habían vestido de los caudales de sus cofradías y de la devoción del pueblo.

   Las demás imágenes que se veneraban en este templo –Nuestro Señor Resucitado, el Santo Ángel, San Francisco y Santa Águeda- eran de talla entera. Destacaban estas dos últimas imágenes por su buena talla. Por el contrario, el resto eran muy imperfectas.

   ORNAMENTOS: El licenciado Pedro Martín Mancheño Barchino, Teniente de Prior de la Parroquial de Villafranca, y notario apostolico, certifico el 27 de marzo de  1640  “...que en el libro de las quentas y visitas de al fabrica de dicha parrochial ay ciertos inventarios de los bienes que tiene en ser la dicha fabrica que su tenor de dichos bienes vivos y no consumidos con caveza y pie es como sigue: Ybentario de los hornamento y bienes muebles que tiene de presente la iglesia parrochial  de esta villa de villafranca mandado hacer por lo señores del aian tratamiento de ella a ocho de henero deste año de 1637...”.

   Entre estos ornamentos de 1637 se citaban: un vaso grande de plata que estaba en el Sagrario, cruces, incensario y cálices de plata, capas de terciopelo, de masco, etc..., ternos, manípulos, casullas, frontales, palio carmesí para el Santísimo Sacramento con unos amitos de San Juan y un cáliz en medio, albas, misales, libros, tres atriles, bolsas de corporales, escaños, campanillas, lámpara de aljófar pendiente del Altar Mayor, confesionario  de pino, pulpito de madera y otra lámpara de plata pendiente en la Capilla de Nuestra Señora.

   Dentro de este mismo inventario, del 8 de enero de 1637, aparecía un cuadro de Cristo con la Virgen, pequeño, con marco dorado, mandado por Pedro Yepes. Otro cuadro al temple sin especificar su tema. Un lienzo viejo de la Asunción que se guardaba en la Sacristía, y un cuadro de la Cruz a cuestas. Desgraciadamente, ninguno de ellos ha llegado a nosotros.

   El maestro sastre Francisco García Yébenes, el día 22 de julio de 1731, hizo reconocimiento de todos los ornamentos que había en la Iglesia, así como de los que faltaban.

   El 22 de agosto de 1732 se remitieron a la Iglesia de Villafranca, los siguiente ornamentos: paños de pulpito encarnado, verde y blanco, dos bolsas de corporales encarnadas, dos blancas y dos negras, dos casullas encarnadas, dos blancas y una negra, una manga encarnada y otra de cruz blanca, una banda morada, dos paños de cáliz morados, un manual, un pasionario de coro y dos albas blancas.  

  Al año siguiente, don Francisco Vaquerizo, dice que tiene en su poder seis candeleros grandes para la Iglesia de Villafranca, mandando que vayan a buscarlos a Madrid.

   Del 18 de septiembre de 1748 se da una relación de los ornamentos existentes y de los necesarios. Entre los primeros había: capas, casullas, ternos de varios colores, albas, manteles y sobrepellices blancos, entre los libros; cinco misales, un diurno y un manual, en metal, unas crismeras de plata, los demás ornamentos eran de hermandades y cofradías. Entre los segundos citaba: casullas, corporales, terno blanco, capa negra, terno morado, capa verde, albas, un palio, tres atriles, tres tablas de las palabras de la consagraron y unas crismeras par el óleo y crisma de catecúmenos.

   El 21 de junio de 1754 se pagaron a Manuel Reina, Maestro Platero de Toledo, 733 reales y 26 maravedíes vellón por la hechura de un cáliz y copón dorados, rebajadas las alhajas antiguas que recibió.

   El 14 de marzo de 1778 se vieron necesarios para esta Iglesia, los siguientes ornamentos y alhajas:

   De color encarnado: un terno sin frontal compuesto de casulla y dalmatitas con collares, manipulo y estolas, capa de coro, manga de Cruz, paño de facistol, paño de pulpito, paño de cáliz, banda y bolsas de corporales. Dos paños de cáliz de damasco y dos bolsas de corporales de lo mismo.

   De color blanco: cuatro casullas de damasco con estolas y manípulos, paños de cáliz y bolsas de corporales. Un paño de pulpito y otro de facistol de tafetán de Francia.

   De color morado: cuatro casullas de damasco con estolas y manípulos.

   De color verde: paños de damasco para cálices y bolsa de corporales.

   De color negro: capa de coro de damasco, tres casullas, un terno y dos cortinas de lienzo para tapar el Altar Mayor en tiempo de Semana Santa.

   Cuatro albas de Coruña, amitos, siete sabanillas o manteles para altar, de Bretaña. Una sabanilla para el Comulgatorio con su encaje de 5 varas y ½ de largo. Tres sobrepellices, tres cíngulo de seda y doce de hilo, todos blancos. Tres misales nuevos con el Cuaderno de Santos de Toledo. Libros; manual, breviario, diurno, cuadernos y salterio par el coro Dos juegos de sacras con sus tarjetas empergaminadas del Evangelio de San Juan, y Lavatorio. Diez candeleros de bronce de 2/3 de alto. Dos cruces de altar con sus crucifijos de metal dorado. Cruz de metal dorado para la Manga de Parroquia. Alfombra para el Altar Mayor.

   LA PILA Bautismal, en 1651, estaba a los pies de la nave pequeña de la Iglesia de Santa María de Villafranca. La pila es de piedra porosa, de figura circular y de ½ pie de grueso entre las líneas cóncava y convexa. Su exterior se halla decorado con gallones y en su parte superior luce una franja de ovas de color verdoso. Por sus características se puede fechar en el siglo XV.

   Fue a lo largo del siglo XVII cuando la Iglesia de Santa María de Villafranca, presento mayor número de frontales. Solo si nos ceñimos al año 1637, podemos citar los siguientes:

-Frontal de terciopelo negro con cenefas de lo propio, y unas muertes.

-Frontal de brocado verde con frontaleras de lo mismo.

-Frontales de damasco colorado, negro, blanco y morado, mandados por su Alteza.

-Frontal de damasco blanco con figura de San Sebastián den el centro, con sus frontaleras y mangas.

-Frontal blanco con la imagen de Nuestra Señora. Otro en carmesí con el mismo tema.

-Frontal de damasco verde con amito de San Juan en medio.

   ORGANO: En el coro alto, dispuesto en la nave mayor de la Iglesia Parroquial de Villafranca estaba instalado el órgano.

   En mayo de 1784, Don Pedro Mathe, músico y sacristán mayor de Herencia, reconoció su interior y exterior, enumerando las cosas que debían ser compuestas, tasándolas en 300 ducados. En 1785, José de Fuentes Ferre, maestro organero, natural de Mira (Cuenca), empezó a componer el órgano. Con él trabajo su sobrino Francisco de Fuentes, hijo de don Manuel de Fuentes, a cargo del cual estaba la reparación del órgano de Villafranca, pero al morir, la obra paso a su hijo y hermano.

(Copyright: Mari Carmen Avendaño: Estudio Histórico Artístico de Villafranca de los Caballeros)

Ermitas y Santos Viejos

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(Beatas en San Blas. Pintura de El Tío Cazuela)

 

 

 

SAN ANTONIO ABAD

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    La Ermita de San Antón, como se le conoce normalmente, está situada en la extremidad oeste de Villafranca. La humedad que le era propia en la antigüedad, se debió a la proximidad del Río Amarguillo y a sus constantes inundaciones.

    Su fabrica data de enero de 1718 y se debió al licenciado Juan Sánchez Panadero y a otros devotos de Villafranca.

    La extensión que presenta es la siguiente: lado norte 17 metros y ½, lado sur 18 m., lado este 6 m. y ½., lado oeste 8 metros.

    Con motivo de la bendición de esta ermita y colocación en ella de la imagen de San Antonio Abad, se formo una disputa entre el Comendador de la casa y hospital de San Antonio Abad extramuros de Toledo y el Prior de San Juan, en la que este alegaba:”...haber un altar del mismo Glorioso santo en la Iglesia Parroquial de dicha villa...”.

    A pesar de todo, la ermita se llego a bendecir.

    Sus muros son delgados, ya que desde un principio, tuvo una cubierta con armadura de madera a dos aguas y con hastíales, o en forma de artesa. La cabecera forma la Capilla del Santo, cubierta con casquete esférico de ocho nervios de sección cuadrada. Unida la capilla existe una habitación que hace el oficio de sacristía, de 4,60 metros de largo y 2,11 de ancho, en cuya pared oeste hay abierta una ventanita.

    La parte este, que hoy forma los pies, fue una especie de atrio cubierto, por lo que servia de refugio a los transeúntes y razón por la que se cerro dicho espacio.

    Cuando se edifico la ermita, su interior se decoro con pinturas al fresco, de colores vivos, con abundante vegetación a manera de la ermita del Cristo de Santa Ana. En 1940 se renovó la pintura haciendo desaparecer su primera ornamentación.

    El altar y la imagen de San Antonio, que se venera actualmente, no son del siglo XVIII. La imagen fue quemada durante la guerra de 1936. Los vecinos de la calle de Toledo, de Villafranca, compraron la nueva imagen en 1939 por un valor de 700 Ptas. y un altar de madera nuevo por 900 Ptas.

    En 1752 Juan Sánchez Panadero, presbítero de Villafranca, era el Administrador de los bienes de este Santo. Anualmente pagaba 24 reales vellón al Hospital extramuros de San Antonio Abad de Toledo.

    En el año 1786, aparte de l armita de San Antón, existían en Villafranca, las de San Sebastián, San Juan Bautista, San Blas y Nuestra Señora de la Asunción en el hospital de su nombre.

    Es propiedad del santo un báculo de plata que le fue donado en 1929 por Florencio Fernández y esposa, y que solo luce el día de su fiesta, el 17 de enero.

    En la guerra civil esta ermita quedo convertida en cárcel. Se destrozaron sus grandes puertas de calle, un vía crucis, una campana, 4 bancos, una mesa, una casulla blanca, un alba y una zafra con aceite. Todos los reparos costaron 7.380 Ptas.

ERMITA DE SAN BLAS

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    En la zona donde se erigió la ermita de San Blas, en el siglo XVIII, se hallaba el mayor número de casas del pueblo. También era un lugar muy expuesto a las avenidas del Río Amarguillo, por estar en un nivel mas bajo que este. Se edifico al sudeste del pueblo. Su entrada la tiene al norte. La techumbre es de madera, a dos aguas, como la que tiene la ermita de San Antón.

    Con la guerra civil desaparecieron: la imagen de la talla de San Blas, una altar, un vía crucis, 6 lienzos tamaño regular, un alba y una casulla encarnada, 4 bancos, una mesa, una campana, una zafra y otros objetos.

     En 1939 se instalo un altar de madera y la Hermandad de San Blas compro la imagen que hoy día se venera, por 825 Ptas. El altar que contemplamos actualmente, lo realizaron en 1939 Florián Alberca y Pío González, para uno de los brazos del crucero para uno de los brazos del crucero de la Iglesia de Nuestra Asunción de Villafranca.

(En la actualidad se reedifico esta ermita quitando el altar de madera, siento el techo de teja)

ERMITA DE SAN SEBASTIÁN

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    A oriente de la villa de Villafranca, y extramuros, se levanto esta ermita dedicada a San Sebastián.

    En 1703 ya estaba construida, siendo su mayordomo Cristóbal de Bustos. Es rectangular, cubierta en un principio con armadura de madera, hoy tiene cielo raso.

    Esta ermita pertenecía a la Sagrada Religión de San Juan.

    A ella solían acudir, al toque de campana, los vecinos para oír misa.

    Por no poderse reparar en su tiempo, llego a arruinarse en 1732. Al estar sin puertas, los muchachos entraban y salían a su antojo, al igual que los animales. A pesar de ello, no sirvió para usos profanos, por lo que la devoción de los fieles quiso reedificarla con sus limosnas.

    En 1783 se mando hacer un inventario de las posesiones, se reparo y fue administrada por la Iglesia.

    Durante la guerra civil esta ermita también fue ocupada haciendo desaparecer la primitiva imagen de San Sebastián, de madera, una casulla blanca, un vía crucis, 4 cuadros, una zafra de aceite, y 2 bancos. A su término se coloco un altar de yeso provisional, una imagen de San Sebastián de 750 Ptas. y 2 bancos.

OTRAS ERMITAS

 

ERMITA DE SAN ISIDRO

    En 1952 la Hermandad de Labradores de Villafranca mando edificar una ermita dedicada a San Isidro en las ruinas del molino de viento del Tío Cirilo, al lado de las Lagunas. Su imagen primeramente, se venero en la Iglesia de Villafranca.

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ERMITA DE SAN MARCOS

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    En 1956 se construyo la ermita de San Marcos, al este de Villafranca. La imagen fue adquirida por los tejeros de este lugar.

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    La ermita de San Juan Bautista se ubico en la zona norte del pueblo. Era la única ermita exenta. Hoy día no se conserva.

    Para la fiesta de este santo, el Común debía satisfacer, anualmente, la cantidad de 62 reales de vellón. Don Pedro Alfonso Díaz Hidalgo Valenzuela era el Administrados de los bienes de la referida ermita en 1753.

    Patricio Díaz Avilés, maestro alarife, señalo el lamentable estado en que se hallaba la ermita en aquel año, sobre todo en el 19 de febrero en que se apuntalo una quiebra del tejado.

    Otra reparación tuvo lugar en 1764, para la cual, la villa recogió 1100 reales, habiéndose regulado sus gastos en 1931 reales, por Don Alfonso de Vargas, Maestro Mayor de la Dignidad Prioral.

   En 1783 también se hizo el inventario de las posesiones de esta ermita. En 1784 fue, de nuevo, mandada reparar su fábrica su altar. Y cinco años más tarde, el Contador Mayor de Toledo, condescendió con las obras realizadas en esta misma ermita.

    Destruida esta ermita, se levanto otra en la segunda mitad del siglo XIX, fuera del pueblo, rectangular, dedicada al mismo santo, junto al actual cementerio, sirviendo de Iglesia Cementerial. Su fundadora responde al nombre de Doña Florentina Ropero, cuyas cenizas se encuentras allí enterradas. Su extensión es de 8 m. de largo por 5,30 m. de ancho. Fue inaugurada el 2 de noviembre 1894.

    Esta ermita de San Juan pasó a ser propiedad de la familia Gómez-Galán Fernández-Mazarambroz.

                                                                      ERMITA DE LA SANTA CRUZ

    En época cristiana se erigió la Ermita de la Santa Cruz en el lugar que conocemos por Plaza de la Cruz de Lozano.

    Esta ermita tenía una cruz grande madera, una mesa, un vía crucis y varios bancos.

    Hasta la guerra de 1936 esta ermita se mantuvo en pie. Al ser destruida, se emplazo en este mismo lugar una cruz, quizás como símbolo de la advocación de la antigua ermita: también puede que esta cruz tuviese que ver con las normas de Trento, en que se decía:”...en el sitio de la Iglesia o ermita profanada e ha de poner una cruz grande que no sea fácil de quitar, para indicar que allí hubo un templo consagrado a Dios y tratar el lugar con el debido respeto.

ERMITA DE SAN CRISTÓBAL

    Esta ermita estaba a corta distancia de Villafranca. A ella se llegaba por el Camino que va a Tembleque, llamado: Camino de San Cristóbal.

    Es una edificación extramuros, con entrada a oriente.

    El bachiller Don Pedro Simón García de Yébenes la administro en 1752, y en 1784 la Iglesia se encargo de su administración, por no tener mayordomo.

    En el año 1803 la ermita se arruino, Nicolás Maria Manrique, presbítero de Villafranca, pidió permiso para vender los despojos de la ermita, madera, y teja, y con su valor repararía las murallas dejando cerrado aquel sitio por si en lo sucesivo hubiese caudales o devotos que la quisieran reedificar y colocar la misma imagen.

(Hoy día hay una ermita de San Cristóbal en las Lagunas)

 

ERMITA DEL STO. CRISTO DE SANTA ANA

Enlace a monográfico Cristo de Santa Ana

                                                                                              ARQUITECTURA

    Esta ermita se edifico a fines del siglo XVII o principios del siglo XVIII justo al lado de una antigua ermita dedicada a Santa Ana intramuros, al nordeste del pueblo. Sabemos que la ermita primitiva de Santa Ana existía en 1691, por un documento escrito que nos habla de cómo un reo, Agustín Fernández Mazarambroz, quebranto sus puertas y se refugió allí. Bajo los cimientos de esta capilla, cuenta la tradición, apareció la imagen del Cristo de la Veracruz, que por haberse hallado en ese lugar, dio el nombre a la ermita que, posteriormente, se erigiría en aquel recinto. El relato nos sigue diciendo, como Don Alfonso Díaz de la Beldad y Cervantes-sepultado en una de las capillas laterales del Altar Mayor-mando levantar la ermita al Santo Cristo de Santa Ana en pago a una atención especial que tuvo a bien concederle el Cristo de las Enagüillas . Después, se convirtió en Prioste Mayordomo de la Cofradía de la Hermandad de Santa Veracruz. Su esposa, Clara Manuela López y Cervantes, se enterró en la otra capilla lateral del Altar Mayor, correspondiente a la antigua ermita de Santa Ana.

    La planta de la Ermita es de tipo salón, respondiendo a las características barrocas de su tiempo. Está formada de tres naves, alzadas a poca altura, separadas por arcos de medio punto sobre pilares cruciformes. El crucero no se destaca al exterior, y con cabecera recta. Esta planta siguió el modelo de otras construcciones barrocas, andaluzas, como la Iglesia de San Juan de Cuevas y otras...

     Atendiendo a su extensión, vemos que tiene 32 m. y ½ en sus lados norte y sur, 19,20m su lado este o cabecera. Incluida la Sacristía. Y 15 m. y ½ el lado oeste. O zona de los pies. El crucero mide 13 m. y ½ de largo por 6,35 m de ancho. La nave central tiene 6,35 de ancho y las laterales 3,70 m.

    El abovedamiento de esta ermita también responde al tipo de edificios religiosos del siglo XVIII. La nave central está cubierta por medio cañón con lunetos ciegos, y las laterales por crucería, estructuradas en tramos rectangulares por medio de fajones. Los brazos del Crucero, así como la Sacristía y la Capilla del Altar Mayor se cubren igual que la nave central. Las capillas laterales del Altar Mayor, se abren a él, y presentan bóvedas de crucería.

    La bóveda central del Crucero es una cúpula semiesférica sobre pecinas, levantada sobre un cuadrado de 6,35 m. por 6,35. La clave de esta bóveda se ha transformado en un cupulillo cilíndrico, con linterna. Esta cúpula descansa sobre cuatro grandes pilares irregulares y achaflanados, con el fin de ofrecer mayor visibilidad a la Capilla Mayor. La cúpula no se destaca al exterior, en su lagar se eleva un macizo cuerpo cuadrado, con tejado a cuatro aguas.

    Aparte de los cuatro compactos pilares del Crucero, las naves se hallan separadas por unos pilares cuadriformes de 1m de grosor.

    El coro se construyo a los pies, extendiéndose a las tres naves, abierto por medio de una baranda de madera como herencia del periodo renacentista.

    La Ermita se construyo con unos muros de 90 CMS., aproximadamente, de grueso. Su aparejo se hizo de mampostería de piedra, de varias clases, como los de la Parroquial. Sus esquinas se reforzaron con sillares, al igual que la Iglesia.

    En los lunetos del muro se abrieron ventanas rectangulares con derrames hacia dentro. La deficiencia del material se suplió, mas tarde, con la riqueza de su decoración.

     El solado estaba formado de baldosas de piedra rojiza de gran tamaño. Con el paso del tiempo estas losas se cubrieron de escoria para aislar el nuevo piso de madera.

    En esta ermita se distinguen dos fachadas, una al oeste y otra al sur, siendo la principal la de los pies.

   Elevada majestuosamente hacia poniente, se levanta una fachada lisa, con sencilla portada dominada por una espadaña. La puerta, con canceles en interior- se halla enmarcada por una decorativa moldura limitada por dos pilastras de fuste cajeado-logrando mayor claroscuro- y de alta basa, y con capitel moldurado. Estas pilastras sostienen un entablamento quebrado con el friso formado de triglifos, con gotas, y metopas lisas; con cornisa, sosteniendo dos flameros. Esta composición arquitectónica sirve de base a toro piso superior que repite el mismo esquema- de molduras y pilastras- a menor escala. Este cobija en su interior un ventanal enrejado que se corona con un pequeño frontón triangular y partido por un escudo (probablemente del de la Orden de San Juan o el del fundador de la ermita), deteriorado. Este frontón se adorna con unos pináculos, como prolongación de las pilastras. Por último, el conjunto de la fachada queda rematado por una espadaña de un solo cuerpo, con vano entre pilastras cajeadas y volada cornisa.

    En líneas generales, el esquema de la fachada consta de una zona rectangular culminada por un gran frontón triangular, partido, para dejar paso a la ventana que sirve de iluminación al coro interior, del mismo modo que las otras dos abiertas a os lados del almohadillado que forma la calle central. La espadaña pone el último punto decorativo a la fachada, reducido exclusivamente a un triangulo central.

    Esta fachada por su austeridad y recorte geométrico, viene a entroncar con lo manierista, a pesar de su fecha.

    La fachada sur presenta como única ornamentación su puerta, de 2,18 m de ancho, encuadrada por sillares de piedra con decoración romboidal. Sobre ella una cornisa saliente, ventana y pináculos. El resto del muro se presenta liso, con aberturas para las ventanas. Como prolongación de esta zona sur de la ermita, se aprecia al exterior un gran ventanal formado por un arco de medio punto adovelado, perteneciente a la que fue la entrada de la Ermita de Santa Ana.

    La Ermita del Santo Cristo de Santa Ana de Villafranca, fue habilitada como Iglesia mientras se llevaron a cabo las obras de nueva fábrica de la Parroquial. La opinión del maestro Francisco Sostre fue contraria esta medida, quien después de reconocer la Iglesia Parroquial y esta Ermita, vio que esta última no tenia medio para poder habilitarla por ser muy reducida e inferior en más de la mitad de pies cuadrados superficiales de lo que era la Iglesia. También encontró que no tenia altura ni capacidad para alberga a toda la población, ya que aunque tenía tres naves, solo se podía ver misa en el Altar Mayor desde la nave del centro por demasiado grueso de las pilastras. Tampoco convenía la idea porque esta ermita estaba situada en la parte más inferior del pueblo, con riesgo a inundarse, y por qué no se podía aumentar su extensión. Los vecinos se quejaron de esta medida por la humedad que existía en ese lugar.

    Durante la guerra civil, 1936-39, esta ermita sufrió desperfectos apreciables. Inmediatamente de ser requisada por las milicias fue convertida en cuartel y garaje para tropas de aviación y tierra.

    El Cura Ecónomo Don Lucio Hidalgo Lucero, el 17 de agosto de 1947 escribió un testimonio de sus desperfectos y reparaciones. Los tejados de la Ermita sirvieron, como en la Iglesia, para entretenimiento de los niños, de ahí que se quebraran la mayoría de las tejas. Las paredes, debido a las humedades y al abandono, estaban salitrosas y, así mismo el piso-de entarimado-, estaba mugriento y roto. En el momento de reparar el edificio se comenzó por el arreglo detenido de los tejados, siguiendo por el elucido de paredes y zócalos –todo por 700 Ptas.-, para finalizar con el retoque de la pintura en los zócalos (al óleo), capillas y sacristía- por 2371 Ptas.-.; en esta última se puso suelo mosaico. Entre las cosas que adquirieron están: un armonio (2800 Ptas.), un confesionario (300 Ptas.), 10 bancos corrientes recuperados, unas andas, una mesa cajonería (450 Ptas.), una campana pequeña (2200 Ptas.) y dos lámparas araña pequeñas (400 Ptas.) luego se instalo una electrizada de seis luces.

        Las últimas obras del reparo de esta ermita fueron 32. 721 Pta.

    Las últimas obras realizadas en esta ermita datan de 1.975. (POSTERIORMENTE HA SIDO REPARADA ESTA ERMITA).

    En ella se hicieron las siguientes reformas: en las paredes interiores se puso un zócalo de mármol, el entarimado del suelo se cambio por terrazo, la verja que cerraba la Capilla Mayor desapareció, al mismo tiempo que el pulpito de hierro colocado en un pilar del Crucero- el de la derecha en dirección al Altar-, y en la Capilla Mayor se deposito una mesa de mármol en su centro

                   PINTURA                                   

    Podemos asegurar que la pintura es una de las notas más sobresalientes en la Ermita del Santo Cristo de Santa Ana. Se ignora el momento de la realización de toda su decoración pictórica. El único testimonio escrito que poseemos es el que se conserva en el arco que da paso al Presbiterio y que dice: “ SE PINTO ESE CRUCERO A AESPENSAS DE DON ALPHONSO DIAZ DE LA BELDAD Y CERVANTES Y DOÑA CLARA MANUELA LOPEZ Y CERVANTES.  

    Si sabemos que Don Alfonso murió en 1737, la pintura podría datar de fines del siglo XVII o principios del XVIII. Posiblemente, el resto de la pintura que llena el conjunto – muros, techos, pilastras, etc,..- date de ese tiempo. Todo es una exuberancia naturalista y colorista. Los muros y pilastras presentan esta decoración a manera de pequeños tapices o colgaduras a cuyos temas predominantes son la flor con hojas, los roleos entrelazados y los arabescos. Al mismo tiempo aparecen grecas, cenefas, etc... ocupando todas aquellas zonas que en otro lugares se hubieran dejado libres. La costumbre de integrar lienzos en los muros continuó como en el manierismo.

    Con el paso del tiempo, las paredes de esta ermita se vieron embellecidas con distintas figuras de santos, uno en cada tramo, rodeando todo el espacio. En el muro norte- desde el Crucero hacia los pies- se hallan, -(Hallaban),-, San Lorenzo, San Juan de Mata, San Francisco de Paula y Santa María Magdalena ante el Señor. En el muro sur, siguiendo las misma dirección-, Santa Beatriz de Silva, la Sagrada Familia, Santa Bárbara, y San Antonio de Padua. A los pies- de norte a sur-, San Vicente, San Diego, San Antonio Abad y San Isidro ( dos a cada lado de la puerta).

    Estas decoraciones ala fresco marcan la perspectiva por medio de la referencia que se hace al paisaje, a los árboles, edificios- en su mayoría fortalezas-, etc. Esto lo apreciamos, por ejemplo, en San Juan de Mata, o bien en las construcciones que ornamentan los lunetos de los brazos del Crucero.

    La temática de santos se continúa en las enjutas de los arcos que dan entrada a las capillas laterales al Presbiterio. En la del norte aparecen Moisés y Nuestra Señora de las Mercedes, y en la del sur esta San Bernabé Y San Juan de Sahagún. Estas pinturas de santos tuvieron que ver con la familia Gómez-Chacón Díaz de la Beldad, a la que pertenecía Bernabé, Mayordomo de la Ermita desde 1918 hasta su muerte en 1973. Dicha familia fue la encargada de elegir los personajes representados en estos arcos de acuerdo con los nombres de los miembros que la integraban.

    El Crucero, según vimos, fue pintado por orden de Don Alfonso y esposa. Las cuatro pilastras que sustentan el tramo central están horadadas formando cuatro hornacinas donde se encuentran depositadas imágenes de la Pasión, sobre las que hay unas frases alusivas al lugar sagrado. Las pecinas se decoraron con los cuatro evangelistas- apoyados en sus propios símbolos- a modo de medallones, en medio de una decoración vegetal simétrica. Puede ser San Marcos o San Mateo, pues no se aprecia bien el símbolo. Y, tras unas molduras imitando diferentes mármoles , llegamos a ornamentación de la cúpula. Esta se presenta dividida por ocho nervios, decorados con grecas y con variada vegetación. El tema que llena cada uno de sus plementos es el de ángeles músicos y cantores asentados encima de una balaustrada que parece separar lo terrenal de lo celestial. Los ángeles descansan, plácidamente, entre nubes y serafines y están ataviados con túnicas y medias. Un rayo de luz los envuelve. De los instrumentos utilizados cabe distinguir: un laúd, una trompeta y un cuerno. La gama de colores que embellece esta bóveda celestial es muy escasa, giran en torno al verde, ocre, bermellón y colores tierra.

    Las bóvedas de las tres naves siguen la misma temática de la filigrana, la cenefa, los florones, y además, aparece un nuevo motivo, la Cruz de San Juan, de ocho puntas, blanca, sobre fondo negro, situada en el centro de las bóvedas de medio cañón.

    La pintura de la Ermita ha sido restaurada en varias ocasiones, tenemos noticia de que lo fue en el año 1923, 1939, y 1976 (Posteriormente ha sido otra vez restaura, a partir de 1993).

    Las pinturas del Castillo de Guadamur de Toledo y el techo de la Capilla Concepción de La Guardia de Toledo, entre otras, tienen bastante que ver con las que aquí se muestran. Igualmente, la profusa decoración pictórica del interior de la Iglesia de San Juan Francisco de Lima, en nave central, recuerda la ornamentación sobrecargada de esta Ermita del Cristo de Villafranca.

    No cabe dudad de que su colorido es lo mas llamativo del conjunto, pareciendo estar destinado con complacencia a los fieles, en lugar de ofrecerse a Dios en homenaje.

                                                                                        ESCULTURA                       

     En la época barroca, la imaginaria adquirió gran desarrollo. Aparecieron estatuas situadas en hornacinas, bien en el muro o en el retablo, incorporando a la ceremonia la imagen y la casi viva presencia de los santos a los cuales evocaban.

    Los rústicos artesanos incurrían en una policromía intensa y abigarrada, de ahí que sus estatuas ofreciesen colores chillones y revestidas de toques violentos.

    Con frecuencia, las personas que hacían algún encargo a un artistas, indicaban en un contrato las estatuas que debían figurar, por ejemplo en un retablo, precisando la expresión que se les había de dar.

   En el siglo XVII surgió la imagen procesional. Se realizaba con el fin de ser vista por los fieles, sobre todo el paso procesional, para después ser contemplada en su altar. También se dieron las figuras de vestir, especie de armazón de palos que sostenía cabeza, pies y manos, unidas partes talladas, mientras que el cuerpo se sustituía con auténticos vestidos. Ejemplos de este tipo de figuras, utilizadas igualmente como paso procesional, son la Verónica, la Virgen del Rosario y la Soledad, de Villafranca.

    Don Lucio Hidalgo Lucero refiriéndose a esta Ermita, dijo: “Esta pequeña Iglesia conservo siempre gran numero de imágenes ya que en ella se guardaban los pasos e imágenes de Semana Santa”.

    Las escenas pintadas y las estatuas componían un gran aparato escenografico conocido con el nombre de retablo. La ermita del Cristo guarda en el Presbiterio, como si de un tesoro se tratase, una prueba de lo que fue el retablo barroco.

    Este retablo fue concebido a manera de arquitectura, formado por dos cuerpo y tres calles.

    El primer cuerpo esta dividido por elegantes columnas salomónicas, decoradas con racimos y pámpanos, y con capitel compuesto, adquiriendo un aire imponente de arco triunfal. El cuerpo superior es como un ancho frontón curvo, cuya decoración lateral, de palmas en espiral, recuerda las grandes volutas que remataban las iglesias barrocas italianas. Esta distribución nos acercaría a los retablos de las iglesias flamencas. Todo él se foro con pan de oro. Acabada la guerra civil en 1939, este retablo se reconstruyo en mampostería y madera.

    Al volver nuestra mirada al cuerpo inferior, centramos toda nuestra atención en la imagen de Santísimo Cristo de Santa Ana cobijado en una hornacina en la calle central. Sucedía, a veces, que alrededor de una estatua, objeto de una devoción especial – el Cristo es el patrón de Villafranca de los Caballeros-, el retablo se desplegaba como un inmenso cuadro o vasto relicario. La imagen de nuestro Cristo, en voz de la tradición, apareció sepultada en la antigua Ermita de Santa Ana. De ella, lo único original que se conserva es el pie derecho y la cabeza – salvada gracias a la acción de Rito Naranjo Pastrano y guardada durante la guerra civil por su hermana Juana-, pues el resto del cuerpo pereció en esa guerra. Un taller de imagineros de Valencia reconstruyo, en 1939, la talla del Cristo de Santa Ana, basándose en una fotografía de comienzos de siglo que reproducía la primitiva figura, en madera de gran calidad y sin enagüilla. Es un cuerpo proporcionado y bello. Por el realismo y dramatismo de su cabeza podría fecharse dentro de la imagineria barroca del siglo XVII. Su indumentaria se compone de una rica engullía o tonelete. Esto nos acerca a una leyenda- conocida por todos los villafranqueros- en la que narra como un Cristo, de semejante atuendo, se apareció en un navío a Don Alfonso Díaz de la Beldad y Cervantes, en medio de una terrible tempestad. A finales de mayo de 1991, en Socuellamos fue restaurada la cabeza de esta imagen.

     A ambos lados de hornacina del Cristo- en forma de cruz- se fingen otras dos semicirculares. En cada una de ellas se han colocado imágenes de Santos, hasta 1936 San Cristóbal y San José y actualmente, Maria Magdalena y San Juan.

    Si ascendemos al segundo cuerpo de dicho retablo, vemos como esta sujeto por una especie de cornisa, con canecillos ricamente ornados, que sirve de linea divisoria de ambos cuerpos. Palmas, guirnaldas y flores ambientan la parte central, ocupada en otro tiempo por una imagen de la Virgen con dos niños en sus brazos- Jesús y Juan-, dentro de un nicho casi cuadrado, reemplazándose después por un lienzo con Santa Ana y la Virgen Niña.

    A menudo, un cuadro llenaba el centro de los retablos y en torno a él se ordenaba la composición. Era como la escena principal a la que todos los demás elementos complementaban.

   El lienzo que hoy preside el retablo de la Ermita del Cristo de Santa Ana, data de 1939, fecha en que fue regalado con ocasión de la restauración de la pintura de esta ermita. Ahora, desde su lugar, contempla la escena de pasión que se desarrolla a sus pies. El tema de Santa Ana, iniciando a la Virgen en las Sagradas Escrituras, ha sido poco tratado, sin embargo, aquí lo vemos recordándonos la dulzura de las escenas familiares que Murillo pintara sobre la Sagrada Familia. Son figuras llenas de sosiego y tranquilidad, en un ambiente apacible y santo. Los dos personajes llenas el cuadro en su totalidad. La imagen de Santa Ana se solía sumar a la de la Virgen o Jesucristo. De ahí que esta iconografía quiera significar un rendido homenaje a su familia, cuya genealogía se hace constar en el nombre de nuestro patrón, el Cristo de Santa Ana.

    Hace aproximadamente 40 años que se restauro este cuadro.

    Durante la guerra civil, además de partes arrebatadas al Retablo Mayor, perecieron tres altares laterales, 22 imágenes de talla y dos carrozas. En 1939 se pusieron dos altares laterales nuevos por un importe de 9.750 Ptas.( incluida restauración de Retablo Mayor), y se compraron 6 imágenes cartón-piedra por 13.500 Ptas.

Copyright: Mari Carmen Avendaño. Estudio  Histórico Artístico de Villafranca de los Caballeros.

SANTOS VIEJOS:

SAN ANTÓN (San Antonio Abad), 17 de enero:

  Este santo ermitaño vivió en el desierto, afrontando innumerables tentaciones, hasta mediados del siglo IV. Pero su fama de santo milagrero no la cobró hasta el siglo XI, siendo en época posterior cuando se le tomó como “patrón de los animales”. Ante este patronazgo, este santo ha sido muy festejado, a la vez que se le colmado con un sifón de ofrendas en cumplimiento de promesas debidas a la curación de animales. No obstante, en la actualidad es una de las fiestas más perdidas, debido en gran parte a la industrialización experimentada en el campo durante las últimas décadas, la cual lleva consigo la paulatina desaparición de las bestias como instrumento de trabajo. Pues bien, hasta no hace muchos años, este día los animales ocupaban un papel destacado en el desarrollo de la fiesta, ya que eran liberados de los trabajos a los que estaban sometidos diariamente, el alimento era más abundante y se los enjaezada con profesión de adornos, siendo muy curiosa la decoración realizada por los esquiladores en los lomos de las mejores caballerías.

  Así ataviados, acudían a recibir la bendición del santo, a la puerta del templo o ermita, no solo el ganado mular, caballar y asnal; también o hacían los rebaños de ovejas y cualquier animal que hubiese en casa. Recibida la bendición, daban tres vueltas o mas alrededor de la ermita para no contraer enfermedades.

  También con un carácter preventivo se bendecía pan y a continuación se repartía entre los presentes, los cuales se lo daban a comer a sus animales. Este pan bendito era hecho o mandado hacer por familias que lo ofrecían como promesa o en acción de gracias por la curación de algún animal. A veces, en lugar de los mencionados panes o junto a ellos, se le ofrecían diversos presentes al santo, entre los que no faltaba el popular “cerdo o gorrino de San Antón”, el cual pululaba por las calles del pueblo y era alimentado gracias a la caridad de los vecinos, para ser finalmente subastado el día de la fiesta.

  Muy común era el “encender hogueras” (“gueras” en Villafranca), la víspera por la noche en diversos puntos de la localidad y en especial a la puerta de la ermita, con un carácter purificador.

SAN SEBASTIÁN: 20 de enero:

   En esta fecha se conmemora el día de San Sebastián, santo soldado que murió asaetado por mandato de los emperadores Diocleciano y Maximiano a fines del siglo II. Al ser este un santo que se alisto a la milicia, el día de su fiesta ocupan un lugar destacado los mozos que se encontraban cumpliendo servicio militar o los que pronto seran alistados, siendo en numerosos lugares ellos los encargados de portar las andas del santo durante la procesión. En Villafranca pueden participar todas las personas que lo desean, sean hombre o mujeres.

SAN BLAS:3 de febrero:

  Fue obispo de Sebaste y martirizado a principios del siglo IV. Cuando este santo era conducido al martirio y debido a la fama que tenían sus milagros, una mujer se acerco a él con su hijo, que estaba ahogando a causa de una espina que le habia atravesado la garganta; el santo imploro a Dios y el niño expulso la espina. Debido a este singular milagro, es tenido por abogado contra las enfermedades de garganta, y a causa de este patronazgo son innumerables los pueblos que celebran su fiesta, honrando a este santo con la celebración de una misa y procesión. La noche anterior también se hacen hogueras.

Propio de este día es el “bendecir roscas de pan”, cintas o cerillos para ingerirlos o colocárselos en el cuello como amuleto protector a fin de no contraer males de garganta.

SAN MARCOS: 25 de abril:

  Es muy festejado y con este motivo se sale de romería en su honor para comer, entre otros majares, el tradicional “hornazo”.

  En Villafranca y alrededores, como en Camuñas, el acudir a esta romería se denomina ir a “sanmarquear”, no faltando el singular hornazo y muy afornado con anises de colores entre los huevos cocidos.

SAN ISIDRO. 15 de mayo:

  Santo madrileño y debido a su profesión, le tienen por patrono todos los agricultores, por lo que en nuestra región, eminentemente agrícola es muy venerado y festejado. La inmensa mayoría de pueblos le festejan, encargándose de los preparativos, y de su fiesta en si, la hermandad de Labradores. Entre los actos que se celebran en honor de este santo no falta la santa misa y la procesión con el santo, que es llevado en andas por los caminos para que “bendiga” los campos. Dichas bendiciones se encuentran ampliamente justificadas si tenemos en cuenta la importancia climatología en este periodo, tan crucial para obtener una buena cosecha, por lo que resulta imprescindible obtener la protección de estos santos. En Villafranca se hace romería en procesión por el Camino de Las Lagunas hasta la ermita que este santo tiene.

SAN JUAN BAUTISTA. 24 de junio:

  Con la llegada del día 24 de junio comienza el Ciclo Estival o de verano, coincidiendo con el solsticio de verano y, en consecuencia, siendo el día más largo del año.

  Esta celebración es de las más antiguas y de mayor significado dentro del orbe cristiano. Pero a esta importancia religiosa se unen multitud de ritos ancestrales y paganos en su mayoría, que tienen lugar en esta noche llena de sortilegios y embrujos. “Creencias” relacionadas en su mayoría con el agua, el fuego y la vegetación. Se encienden hogueras por lo general en todos los sitios. En Villafranca esto se hace en la Plazoleta de San Juan, donde hubo ermita. En la actualidad está situada en el cementerio de la localidad. Es una fiesta que prácticamente la festejan los vecinos de la citada Plazoleta y alrededores.

Copyright: Consolación González Casarrubios. De “Fiestas populares en Castilla la Mancha”. Copyleft: eltiocazuela.com

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