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Cristo de Zalamea

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Encendido de faroles y subida  

 DESCARGA DEL LIBRILLO

Todos los días del año, al anochecer y sin falta alguna, Dª Juliana Alberca Romo, de la localidad de Villafranca de los Caballeros (Toledo), cuyos antepasados eran llamados los “Candiales”, en la calle del Riato (actualmente, avenida de la Constitución), en una casa que hace esquina con la calle de La Parra (nombre impuesto por la gran parra que existía en la casa de las Mariajuanas, sita en esa misma calle), donde se encuentra la entrada a la vivienda, lleva a cabo el ritual de encender tres faroles de aceite, tras lo cual los sube pendientes de una barra y tirando de una cuerda suspendida de una polea, y los eleva hasta llegar a la altura de la imagen del llamado Cristo de Zalamea. Esta imagen es un lienzo restaurado hace unos años, única vez que se ha restaurado dicha imagen desde que se conoce, y que está en una hornacina en la primera planta de la casa que ha pertenecido a su familia desde que se recuerda en Villafranca.

 El lienzo enmarcado está protegido hoy día por un cristal para cobijar la imagen de las inclemencias del tiempo. Antiguamente la imagen no estaba resguardada, encontrándose a la intemperie, por lo que sufrió graves desperfectos.

Dª Juliana Alberca Romo lleva prácticamente toda su vida realizando el mantenimiento, el encendido y la subida de los faroles, labor que antes se encargaba de llevar a cabo su madre, y antes que su madre su abuela, y así hasta los inicios de este ritual de devoción en honor al Cristo de Zalamea.

 Este acto de encender las lámparas de aceite todos los días se debe al culto que en Villafranca de los Caballeros se profesa al Cristo de Zalamea.

El aceite que usa Dª Juliana normalmente es de oliva, aunque cuando llega el invierno utiliza el de girasol para que el de oliva no se hiele con los fríos y escarchas de esa temporada. Y como tampoco se fabrica ya este tipo de faroles, dicha señora tiene en reserva otros cuatro o cinco, por si alguno se estropease.

Esta casa donde está ubicada la imagen pintada sobre lienzo siempre ha pertenecido a esta familia y a sus antepasados, es decir, que nunca nadie se ha encargado hasta la actualidad del mantenimiento de los faroles y atenciones y cuidados que requieren, y de realizar los rezos. Y

posiblemente, y casi lo más cierto, es que dicha casa fuese una de las primeras construidas en Villafranca de los Caballeros, en la calle que se conocía como el Riato, una de las primeras que se conformó como tal, incluso antes de realizar la red viaria primitiva de nuestro pueblo.

Durante los días del 6 al 14 del mes de agosto, al anochecer, por los milagros atribuidos al Cristo de Zalamea y en agradecimiento a su intercesión, se realiza la novena, cuyos rezos y entonación corren a cargo de:

- Dª Juliana Alberca Romo: la Oración del Cristo de Zalamea (no se conoce su origen ni quien la

compuso ni cuándo). En ella se recogen varios de los milagros atribuidos al Cristo de Zalamea.

- Dª Pilar Gómez: rezo de la novena y las oraciones que comprende.

- Dª Rosa Beteta: rosario.

 El rezo de la novena se celebra por la noche, por lo que, para facilitar la visión y la lectura de los textos por parte de las rezanderas, se coloca una mesita pequeña en el centro del corro formado por las personas que acuden a rezar, con un farol.

Durante los rezos, en los días en que se extiende la novena, se recauda unos donativos que sirven en primer lugar para celebrar una misa en honor a este Cristo el día 15 de agosto (hasta hace relativamente pocos años se preparaba un altar en la acera, justo debajo de la hornacina y allí se celebraba la misa, pero actualmente, debido al peligro que entraña el tráfico de la carretera, se celebra en la iglesia). Lo que pueda sobrar, probablemente poco, se destina a la compra del aceite para los faroles, si doña Juliana no dispone del que lleven los fieles; para la torcía o mecha de hilo de breva, el mismo que se usa para zurcir, que apenas se confecciona actualmente y que es difícil, por tanto, de encontrar, y para el cordel de cáñamo con el que se suben los faroles una vez encendidos, cuando está gastado y es necesario reponerlo. También se pagó la restauración del cuadro con limosnas de los fieles, las cuales se encargó doña Juliana de pedir, haciendo correr la voz entre la vecindad de la próxima restauración del lienzo. El gasto de electricidad generado por la bombilla que ilumina la hornacina es sufragado por el Ayuntamiento, aunque antes lo cubría también el Cristo, con las limosnas ofrecidas por la gente.

Es digno de reseñar que algunas personas ofrecen promesas al Cristo de Zalamea como agradecimiento por su intercesión en la curación de alguna enfermedad o buen fin de algún accidente, como es el caso de doña Sabina Rullo, que desde hace casi cuarenta años acude a encender los faroles del Cristo entre los días 1 y 31 de agosto.

Hay quien se acerca hasta la casa donde está el cuadro a pedir aceite que no se haya consumido enteramente en los faroles, el cual es “rescatado” de los mismos, si está limpio, por doña Juliana para aplicar como ungüento en chichones y torceduras, zonas doloridas por reúma y otras afecciones, puesto que se considera curativo, ya que ha ardido en honor al Cristo y así se recomienda en la Oración. Mientras se aplica, hay que decir: “La Virgen María, cuando por el mundo andaba, con aceite del Cristo todo lo curaba”, tras lo cual se debe rezar un padrenuestro o un avemaría.

 Doña Juliana siempre tiene disponible en la despensa de su casa suficiente provisión de botellas de aceite que ofrecen los fieles y devotos.

El inicio de la devoción profesada a este Cristo no se recuerda. La tradición oral, viva y mantenida a través de Dª Juliana Alberca, dice que estos actos religiosos se vienen realizando desde tiempos inmemoriales por la familia de los “Candiales”.

 Se podría hallar una referencia más o menos aproximada de cuándo pueden datar los orígenes del Cristo de Zalamea en Villafranca. Para ello habrá que recordar algunas fechas de la Historia y que son reales: las primeras referencias al Cristo de Zalamea de la Serena (Badajoz), la formación de la Calle del Riato en Villafranca y la realización y elevación del puente de Camino de Herencia cuando se desvió el río Amarguillo de su paso por la actual carretera que atraviesa el pueblo hacia otro cauce más al sur para evitar las avenidas e inundaciones.

 Hacia 1561 un anciano encuentra un crucifijo (Cristo de la Quinta Angustia) entre las ruinas de un templo de Sevilla, imagen que es trasladada a Zalamea de la Serena para sustituir a otra más pequeña que posteriormente desapareció de allí en 1586 y que se encontraba en el Hospital de la Quinta Angustia (de ahí su nombre real), creyéndose, según algunos estudiosos, que pudiera tratarse de la del Cristo de Zalamea venerada actualmente en la parroquia de san José de Elche (Alicante). Por los años 1600 ya se reverencia grandemente a este Cristo en Zalamea y alrededores, atribuyéndosele gran fama de milagroso incluso en lugares mucho más lejanos. Lo curioso es que estas imágenes, tanto la venerada en Elche como la de Zalamea de la Serena, son tallas, mientras que la expuesta en la hornacina de Villafranca es un cuadro, lo cual hace suponer que se copió tomando como modelo alguna de aquéllas, desconociéndose el autor de la pintura, en la cual aparecen varios exvotos (un brazo y una pierna a ambos lados el crucifijo, y un corazón y una cara en las esquinas superiores, adornados todos ellos con sendos lazos) y cuatro círculos, dos a cada lado, con dibujos alusivos a milagros atribuidos al Cristo de Zalamea.

 La red viaria de Villafranca toma forma hacia el año 1700, configurándose la calle del Riato alrededor 1784. En 1788 se cambia el cauce del río hasta el actual, a las afueras de Villafranca, como se ha dicho anteriormente. Es necesario resaltar este comentario para cuando veamos, según la tradición, qué ocurrió para que esta imagen se quedase en Villafranca.

 Es posible que en ese año de 1784, cuando se formó la calle del Riato la casa donde está guardado y expuesto el cuadro del Cristo de Zalamea ya existiese, o al menos que el lugar y el puente donde dejaron la imagen quedara cerca de la superficie poblada en ese momento. Puesto que se considera que esta imagen siempre ha estado en el mismo sitio, hemos de tener en cuenta que la fecha de 1784 hay que tomarla como inicio de referencia de la devoción a este Cristo, aunque posiblemente sea bastante más anterior, ya que entre 1600 y 1784 trascurren casi dos siglos y, dada la rapidez con que este Cristo fue siendo conocido en distintos lugares de España, es probable que su veneración sea anterior al mencionado año 1784. No se dispone de documentación más antigua en Villafranca que haga mención a este hecho.

 Cuando en 1788 se desvió el cauce del río hacia las afueras del pueblo para evitar más catástrofes provocadas por el agua en las casas que existían en sus inmediaciones por aquel entonces, también fue necesario ampliar y elevar el puente del Camino de Herencia, situado en la actual esquina de la calle del Riato con la de la Parra, puesto que el antiguo quedaba por debajo del cauce abierto recientemente y las casas cercanas a él seguían inundándose cuando había fuertes tormentas, ya que el agua tendía, cuando era mucha, a su cauce natural.

 Llegados a este punto, pasamos a narrar los hechos de cómo el Cristo de Zalamea quedó colocado en esta casa según la tradición oral que ha llegado hasta nuestros días a través de la familia “Candiales”.

 Llegando al puente del Riato un carromato tirado por bueyes que iba en dirección al Camino de Herencia, en un momento dado no pudo cruzar el río: los bueyes, al parecer, se negaban a seguir andando. Los hombres que llevaban la carreta proferían votos y hacían grandes intentos de ir hacia delante, sin poder conseguir lo que pretendían. Uno de los hombres sugirió bajar la imagen que portaban en el carro y dejarla apoyada en la casa que formaba la esquina más cercana al puente en el que se encontraban. Una vez bajado el cuadro, la primera vez que arrearon a los bueyes, éstos empezaron a andar. Fue entonces cuando entre ellos pensaron que aquello era cosa extraña, producto de un milagro de aquel Cristo, y que debían dejar la imagen en ese sitio, puesto que así lo pedía él, según su interpretación. Así lo hicieron y los hombres prosiguieron su camino.

 Aunque este hecho es narrado como milagro resultante de varias imágenes en España como la manera de quedarse en el lugar en que se encuentran actualmente, nos lo cuenta así la tradición oral transferida por la familia “Candiales”, custodia de la misma generación tras generación, y hay que atenerse a que esta casa siempre ha pertenecido a dicha familia, sólo ellos han vivido allí desde que se recuerda, por lo que es lo que se admite como válido en Villafranca para que el Cristo se quedara donde está en la actualidad, es decir, explicación de que la imagen hubiera tenido esa voluntad, señalando así el lugar donde “deseaba” que la instalaran.

 Indistintamente del sitio donde tuviera lugar este hecho y dejando al margen su veracidad, la imagen se quedó y se conservó en la casa de la que hablamos. La localización del lugar donde el carro y los bueyes no pudieron pasar deja de tener relevancia, ya que entre el puente y la casa es posible que no hubiese edificación alguna, aparte de alguna pequeña era, casilla de campo o huerta de reducidas dimensiones. En aquel tiempo, lo más cercano como lugar sagrado en Villafranca donde podría ocurrírseles dejar la imagen era la ermita de san Blas, que también se inundaba, por lo que hubo que elevarla igualmente para evitarlo.

 Otro incidente relacionado con este Cristo en Villafranca se produjo durante la Guerra Civil Española. Pasaron por el Riato, por delante del Cristo de Zalamea, unos camiones procedentes de la localidad próxima de Villacañas, cargados de milicianos armados. Al ver la imagen, se detuvieron y algunos quisieron tomarla como diana donde disparar y probar su puntería. Parece ser que al final esto no pudo ser porque el tío Pedro “El Garbancero” no lo permitió y les pidió que se marchasen.

Durante este periodo de guerra, también intentaron requisar y destruir la imagen del Cristo de Zalamea, lo cual impidió la abuela de Dª Juliana, es decir, la madre del tío Tomás Candiales, escondiéndola envuelta en un mantel rojo en una despensa y tapándola con útiles de cocina, evitando así que en el registro de la casa la encontraran.

ORACION DEL CRISTO DE ZALAMEA

“Levántese mi voz en alto, en vos descansen las maravillas, no coge en el profundo mar, ancho suelo declarar en breve en su mano me falta aliento, genio y pluma.

En tierras de Extremadura extremo de los extremos, tierra fértil y abundante del todo el mantenimiento hay un lugar que le llaman Zalamea que en los cielos notaron como mano santa lo mejor que había en ellos.

Tenían un crucifijo, remedio de nuestros males, de la Iglesia fue quitado y por viejo fue llevado como un pobre a un hospital.

 

De este santo crucifijo ningún caso nadie hacía sino el hospitalero que por devoción servía a este inmenso cordero hijo de Santa María.

La lámpara ciertos días lució sin echarle aceite a pobres se repartía y a toda la demás gente, aqueste aceite sagrado sana cojos y tullidos, mancos, ciegos y quebrados.

Y siendo con ella ungida una niña jugando cayó en un pozo, su madre triste, afligida y llorando se la ofreció al Cristo con gran fe mostrando. El agua perdió el sosiego revolando la echó fuera y sin que nada la hiciera se la entregó a sus padres.

Líbranos de la piscina de Satanás y su gozo como libraste aquel mozo de lo alto de la encina y aquella niña del pozo

Un muerto resucitó, la mortaja ya cortada y cuando vivo se vio la mortaja a Cristo dio y allí la dejó colgada.

Un hombre de Cristo amigo, a Dios nombró en cinco días nació espigado y secó el trigo y con el Cristo partió sin tribulación ni pena. Libró un mozo hechizado de la villa de Llerena con aceite muy preciado, notaron estos cristianos por la boca le hizo echar el hechizo y mil gusanos que al mundo hacía espantar.

Una mujer padecía de zaratán y se untó con el aceite aquel día. Luego el zaratán salió del pecho que ya le hería.

Una vieja de mil males de tullida la sanó y cuando sana se vio al Santo Cristo ofreció un paño con diez reales.

A que otra mujer cristiana le dijo como venía: "de mis males vengo sana pero la bolsa vacía, que si el Cristo me ha sanado no de balde me ha costado, que buen paño con diez reales que le ofrecí le he llevado".

Aquesta mujer ingrata, escasa y desconocida veis cristianos lo que pasa veréis como entró en su casa másciega, coja y tullida. En su cama la acostaron el Señor dobló sus males y al punto de amanecer en la cabecera halló el paño con los diez reales.

Dentro de Zalamea había un labrador muy honrado, que a poco de ser casado que por devoción tenía mandar tres veces rezar a este Cristo de alegría. La mujer noble y honrada con la misma devoción si algún rezador pasaba se la mandaba rezar con la misma devoción.

Viendo el demonio maldito que entre marido y mujer tanta fe se aparecía se le apareció al marido en clase de mercader y en señal de ser su amigo y le dijo: "señor celad tu casa y advertir lo que os digo que vuestra mujer os hace un gran adulterio, si no lo queréis creer toma este anillo costoso que en señaí de ser su esposo disteis a vuestra mujer".

Él quedó vergonzoso como un león sanguinoso fue a su casa y con la daga cogió un puñal en la mano y dijo: "Cristo valedme Dios Poderoso hoy pago en fuego un hecho alevoso". A la primera puñalada la mujer casi finada dijo: "Cristo valedme Dios Poderoso Vos queréis favorecerme que de esto no debo nada". Luego allí apareció aqueste divino Cristo la mujer sana quedó y dijo: "publica lo que aquí has visto que así te lo mando yo".

Cualquier hombre o mujer que por devoción tuviera mandar tres veces rezar aquesta santa oración luego lo vendré a librar de pena y tribulación.

Son tantas las maravillas que de su clemencia salen que no me atrevo a decirlas por los lugares y villas, es como querer contar las estrellas en el cielo y las arenas en el mar.

Quién enfermedad tuviera vaya luego a Zalamea, que allí sólo se desea entrar en el propio hospital.

En Zalamea y por quien allí nos dé Dios paz y victoria y parte en la gloria. Amén”. 

 

 

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