1/Prologo

PRÓLOGO

“El español rural se está perdiendo en muchos aspectos. Es un fenómeno imparable y, por ello, buena parte de las investigaciones sobre el español rural o se abordan pronto o ya no se podrán hacer”. Son palabras de la recientemente nombrada académica de la Real Academia Española, la filóloga Inés Fernández Ordóñez. En efecto, la globalización, la uniformidad de modelos lingüísticos que imponen los modernos sistemas de comunicación y el auge de los modos de vida y de pensamiento urbanos en detrimento de los rurales acabarán por arrasar en poco tiempo buena parte de las peculiaridades y modos de hablar de muchos enclaves de la geografía española, que ven como poco a poco se van perdiendo en el oscuro túnel del tiempo palabras, expresiones y maneras de comunicarse de sus habitantes.

No es un fenómeno nuevo: tiempo y espacio son dos categorías íntimamente asociadas a la lengua, que nunca puede entenderse como un ente monolítico e inmutable que usan los habitantes de una determinada comunidad, como quien usa el aire para respirar o el agua para beber. Son muchas las lenguas, las variantes dialectales y los modos particulares de habla locales que se han perdido a lo largo de los siglos. Pero pérdida, en el caso de las lenguas, no es necesariamente sinónimo de desaparición absoluta. El latín, por citar un ejemplo muy cercano, pervive, transformado, en el castellano y en el resto de las lenguas romances del mismo modo que el idioma indoeuropeo pervivía en el latín y en otras lenguas centenarias.

El aislamiento geográfico ha favorecido a lo largo de la historia la progresiva diferenciación de las variantes de una misma lengua hasta que éstas acabaron por desgajarse y convertirse en lenguas distintas. Pero el aislamiento geográfico ha dejado de ser relevante en los procesos de comunicación de los hombres y las palabras ya no nacen y crecen estancadas en un mismo núcleo de población, sino que se mueven a la velocidad que imponen los nuevos medios de comunicación de masas. Las necesidades de comunicación entre las gentes ya no se circunscriben a pequeños núcleos de población, sino que se amplían a la totalidad de un país o, como en el caso del español, a varios países. Y ni siquiera se mantienen en el ámbito de una misma lengua, sino que cada vez más se establecen traspasos entre diferentes lenguas, como ocurre, por ejemplo, con la continua llegada de anglicismos al español que acaban reconocidos por la Real Academia Española de la Lengua.

En el continuo proceso de transformación de las lenguas no es descabellado pensar que en un futuro, aún muy lejano, todos los habitantes del planeta hablarán un mismo idioma, que será una simbiosis de aquellas lenguas mayoritarias que hayan acabado por imponerse sobre las menos habladas. Y muchas lenguas que se hablan en la actualidad o bien se convertirán en lenguas muertas, conocidas pero no habladas, como el latín o el griego clásico, o simplemente desaparecerán dejando más o menos rastros en otras lenguas.

Este fenómeno, que aún puede parecernos como de ciencia ficción, no es un hecho que pertenezca únicamente al futuro. El pasado está poblado de numerosos ejemplos, y en el presente, puesto que las lenguas son entidades vivas en permanente estado de cambio, son muchos los hechos lingüísticos pertenecientes tanto al ámbito de la lengua como al del habla que están o bien mutando o bien desapareciendo. También es verdad que con la misma velocidad siguen naciendo términos y modos de hablar completamente nuevos. Pero en este caso, cada vez son menos las palabras que nacen para satisfacer las necesidades lingüísticas de un pequeño grupo de población local y más las que llegan con vocación de asentarse en amplias comunidades de hablantes y que se extienden, con mayor o menor éxito, a la velocidad que permiten los modernos sistemas de comunicación.

En este contexto de transformaciones y desapariciones es en el que se sitúa un gran número de palabras que durante años y siglos han formado parte del acervo lingüístico de innumerables poblaciones españolas. Y en este contexto también es en el que nace la voluntad de un grupo de habitantes de Villafranca de los Caballeros por fijar por escrito un compendio lo más amplio posible de palabras y expresiones locales, muchas de ellas aún vigentes y otras en desuso o en evidente riesgo de desaparición.

Hasta la primera mitad del siglo XX, el habla de Villafranca, como la de la mayoría de pueblos y ciudades españoles, evolucionó de manera muy lenta. Los únicos contactos con diferentes modos de hablar eran esporádicos y, en muchas ocasiones, sólo con personas de los pueblos vecinos, con los que se compartían características lingüísticas similares. Las palabras en boca de nuestros abuelos no eran muy diferentes de las que utilizaban los abuelos de nuestros abuelos, y así durante generaciones. Con la generalización del uso de la radio, la televisión, los periódicos, el teléfono o internet, con las facilidades de movimiento que proporcionan los diferentes medios de transporte y con los nuevos modelos profesionales y de mercado laboral, que exigen una mayor movilidad, se produce una tendencia a la homogeneidad de los modos de hablar, homogeneidad que no se da, evidentemente, con los de dentro, sino cada vez más con los de fuera. Los que salen asimilan nuevas palabras y no pueden utilizar algunas de las que aprendieron de niños porque no las comprenderían sus interlocutores de otros lugares. Cualquier villafranquero que dijera fuera de su pueblo expresiones como urre, ay que pena qué risión, ven acaquí o pues ándate se encontraría enfrente con un gesto de extrañeza e incomprensión por parte de quien le escucha.

El habla de Villafranca comparte rasgos comunes con el habla de algunas poblaciones de alrededor, pero también tiene características propias y específicas que la diferencian del modo de hablar de otros lugares.

Una de las principales particularidades de este habla es, sin duda, el uso constante de la ironía, aunque en muchos casos sin una clara intención de ser o de parecer irónico, sino como un recurso más de la lengua, un recurso cargado de naturalidad. Hay infinidad de situaciones en las que los villafranqueros solemos decir exactamente lo contrario de lo que queremos decir, aderezándolo además con palabras que tampoco significan lo que realmente significan en el resto de España. Es decir, una de las características típicas de la ironía. Por ejemplo, de un lugar que está muy lejos decimos ¡está cerca!, o añadimos un pero que no significa en cambio: ¡pero está cerca!; o incluso, para indicar que está aún más lejos, podemos añadir también un menos mal que acentúa el significado del adverbio: ¡pero está cerca, menos mal! De una persona  mal vestida podemos utilizar una expresión como ¡va hermoso! o una negativa como ¡no va cano!, en donde, además, cano no significa persona de pelo blanco. O si una mujer lleva muchas cosas en el bolso y no encuentra lo que busca, en lugar de decir que lleva muchas cosas, exclama exactamente lo contrario: ¡llevo pocas cosas en el bolso! Son infinidad las situaciones en que utilizamos este tipo de ironía: pero es feo para decir que alguien es guapo; está bonito para decir que algo está feo; pero está gordo para decir que se es flaco o pero está débil para indicar que se está fuerte, total va triste para decir que alguien va alegre…

En otras ocasiones, una sola palabra o expresión tiene distintos significados dependiendo de la situación en la que se utilice. Anda con Dios, por ejemplo, es una expresión que puede ser usada como respuesta a la palabra de saludo adiós, pero también puede ser una crítica hacia algo o alguien: ante una persona vestida de manera estrafalaria, por ejemplo, podemos exclamar simplemente ¡anda con Dios! para criticarla. Otras veces acompaña a la crítica sin un significado definido como en la frase ¡anda con Dios cómo te pones!

O hablando de la palabra adiós, que comúnmente se emplea para despedir a alguien,  en Villafranca puede ser utilizada como palabra de saludo o bienvenida:

-Buenas tardes.

-Adiós.

En otros lugares de España este tipo de saludo sería incomprensible: ¿cómo puede alguien despedirse nada más ser saludado a no ser que esté enfadado o molesto?

Otras veces la palabra adiós sólo sirve para enfatizar una situación: ¡Adiós, se ha ido cerca la pelota! (para indicar que se ha ido lejos) o ¡adiós la que se lió!

Es curioso también el uso de palabras que tienen un significado completamente distinto del original del diccionario, habiendo llegado a él mediante algún tipo de lejana asociación. Ocurre por ejemplo con la palabra jinglar, que originalmente significa balancearse de un lado a otro y que en Villafranca significa lloriquear, quizás por los movimientos que alguien hace al comenzar a llorar. O con la palabra potro, que originariamente es un caballo pequeño o un instrumento de tortura o de gimnasia, y que en Villafranca se utiliza también para darle nombre a una escalera doble. Igual ocurre con la palabra batiente, que para nosotros no tiene nada que ver con el verbo batir, sino que se refiere al poyo de una puerta. O con la palabra bacín, que no hace referencia sólo al orinal, sino a la típica persona metomentodo. O en el dicho estar disimulao con alguien, que nada tiene que ver con el significado original del disimulo, sino que además significa enfado.

Son también muchas las palabras que han derivado de un significado original habitualmente desconocido por muchos hablantes y que han adquirido un nuevo significado, manteniéndose sólo éste y no el primero. Ocurre con palabras como estafermo, que originalmente era el muñeco que servía para entrenar a los caballeros en los torneos medievales y que se emplea actualmente refiriéndose a algo o alguien que permanece inmóvil. O con la palabra estandarte para referirse a alguien que estorba, aunque en este caso es una palabra que también mantiene su significado original. Sucede también con la palabra bajar, que en Villafranca ha adquirido, además del significado original, el significado de salir al centro (¿Es que no bajas un poquito? ¿Te vienes p´abajo?). En pueblos vecinos, como Consuegra, es todo lo contrario: salir al centro se dice subir. En otros lugares, bajar significa simplemente salir, y no necesariamente al centro.

Son numerosos los dichos y expresiones que por sus características, por las referencias que dan o por las palabras que contienen, son típicamente villafranqueros y no pueden entenderse en cualquier otro lugar de España:

Haber visto muchos cristos.

Tardar más que la novia Quero.

Tontás de la feria Herencia.

-Parece usted de Quero. -De Quero ero.

Me cago en el copín de Las Labores.

Rilear una suerte.

La parentera, por la raquera.

Estar camino Villacañas.

Darle a la bandera.

Ser más tonto que Burrano o más tonto que Ramonero.

Es muy común también en Villafranca el uso de preguntas innecesarias, retóricas, o cuya respuesta es evidente. Por ejemplo: una mujer entra en una casa y ve a otra mujer planchando: ¿qué estás, planchando?, le pregunta. O podría decirle también ¿qué estás haciendo? cuando es evidente que esa mujer está planchando y no pintándose los labios o haciendo la comida. Un hombre entra en una casa y ve allí a dos conocidos: ¿Estáis aquí?, pregunta. Respuesta: aquí estamos. Está claro que si responden es que no están en otro sitio. Son maneras de hacerse presente con palabras distintas del clásico saludo, modos de hablar en los que el significado real de las palabras no es lo que importa.

Son muchas las ocasiones en que en el habla de Villafranca, aunque no haya intención de ironía, las palabras no significan lo que significan para la mayoría de los hablantes del castellano o no concuerdan con lo que el diccionario dice de ellas. He aquí un caso extremo en el que casi ninguna de ellas coincide con su significado real por uno u otro motivo, pero cuyo contenido podría ser perfectamente comprendido por un villafranquero:

– ¡Anda con Dios, no vas pocha!

– ¿No voy pocha?¡Eh, la pobre!

– ¡Ni la pobre ni la rica!

– ¡Miá tú la entendía!

Otro rasgo muy común es el de expresar disconformidad con una persona utilizando para referirse a ella cualquier apelativo relacionado con la situación que se estima inconveniente en ese momento, que es una variante más de la ironía presente en nuestro modo de hablar. He aquí algunos ejemplos: un hombre se pone la gabardina en un día de calor y, al verlo, su mujer le dice: ¿ande vas, gabardina, con la que está cayendo? Un hombre repite la palabras peces de colores insistentemente en una conversación; el otro le dice al cabo de un rato: anda, toma un cigarro, peces de colores. Un niño le dice a su madre: me voy a la feria, y la madre, que no está de acuerdo, le responde: anda, feria, quédate aquí tranquilico.

Y ya que aparece el diminutivo tranquilico, es interesante mencionar algunos rasgos típicos de la formación de diminutivos en Villafranca. Además de los terminados en –ico-a (calentico, caballerico, coloraico), son muy comunes los terminados en -ete (el angelete, los perretes) en -illo-a (una mesilla, la puertecilla), en -ejo-a (el patiejo, una caseja). Lo que es poco común es hacer diminutivos acabados en -ito o -ita, que en otros tiempos se asociaban a un modo de hablar más urbano o de señoritos. También se da la curiosidad de que no se aplica cualquier diminutivo a cualquier sustantivo: nadie diría, por ejemplo, conejico en lugar de conejete o conejillo.

Son muy frecuentes también los diminutivos aplicados a los gerundios: durmiendico, chorreandico, chispeandillo, deseandico…, con la particularidad de que cada verbo requiere un diminutivo determinado y no otro. A nadie se le ocurriría decir: está durmiendillo o está chispeandico, sino está durmiendico y está chispeandillo.  Tampoco todos los verbos en gerundio admiten un diminutivo de este tipo; nadie diría, por ejemplo, están llamandillo a la puerta. Se trata, por tanto, de una cuestión de uso que no admite reglas generales, pero que cada cual sabe perfectamente cuándo utilizar.

El doble diminutivo es también aplicado a algunas palabras y sirve unas veces para enfatizar la cualidad del adjetivo o el adverbio al que se aplica, como en el caso de mismitico (mismito + ico), primeritico (primerito + ico) o cabalitico (cabalito + ico), y otras simplemente para enfatizar el pequeño tamaño de un objeto, como en silletilla o silletica (silleta + illa o ica) o mesilleja (mesilla + eja). En otras ocasiones, como ocurre en el doble diminutivo que aparece en la palabra casilleta (casilla + eta), ésta ha perdido todas las connotaciones de lugar pequeño y se puede decir, por ejemplo, que alguien ha puesto una casilleta muy grande en la feria.

También la fonética o modo de pronunciar determinadas palabras presenta características particulares en nuestro modo de hablar. Aunque en muchas ocasiones sean compartidas por hablantes de otros lugares o ya no las utilicen las personas más jóvenes, merece la pena mencionar algunas de las más comunes:

-La sustitución de los sonidos sb por f: efaratar por desbaratar, efocicar por desbocicar.

-La conversión del grupo consonántico sg en j: dejraciao por desgraciao, ejarrón por desgarrón o ejañitarse por desgañitarse.

-La desaparición de la d en palabras que comienzan por des- : espeñarse por despeñarse, efollonar por desfollonar, espiazar por despedazar… Es curioso, sin embargo, que este mismo hecho no ocurra con palabras de similares características: no se dice estapar por destapar  ni esterrar por desterrar, entre otras.

– La pérdida de las erres finales de los infinitivos al construirse con algún pronombre: poneme por ponerme, pintase por pintarse, llenase por llenarse…

– El cambio de la erres finales por eles: el primel día por el primer día, comel por comer. O la sustitución de la ele por la erre: cardo por caldo, torvanera por tolvanera.

Y, finalmente, he aquí algunos otros fenómenos lingüísticos característicos del modo de hablar villafranquero:

– El uso del artículo determinado la delante los nombre femeninos, mientras que los masculinos no llevan nunca el artículo, salvo, curiosamente, en el caso de el Ángel. En otros lugares en los que se utiliza el artículo determinado delante de los nombres, lo llevan todos, tanto los masculinos como los femeninos (el Antonio, el Tomás, la Juana).

– Hacemos diptongos incorrectos, que no están contemplados en las reglas del español sobre los diptongos: estrozaor, infernaor, reazaora, azaon… Esto ocurre al eliminar la d de la palabra. Es imposible reflejarlo correctamente en la escritura, ya que las reglas de acentuación no lo permiten. Sin embargo, cuando desaparece la d intervocálica de los diminutivos, se forma un diptongo correcto: cuidaico, templaico, engarruchaico, ordenaico…, es decir, hacemos un diptongo correcto en una palabra que en su forma original no contiene diptongo alguno.

– Formamos algunos femeninos incorrectos, como es el caso de devoranta o cascanta, palabras que nos son propias, pero también se hace con palabras comunes como practicanta. Sin embargo, nunca se construye este femenino con palabras en las que cabría hacerlo por similitud: nadie dice, por ejemplo,  donanta o hablanta.

– Hay formas verbales en las que se produce un cambio de orden en las vocales, como en el caso de me rieré o frieré en lugar de reiré o freiré. Otras veces se sustituye una vocal por otra, como sucede con suberé por subiré, rebañerán por rebañarán, desliar por desleir (deslía la maicena en agua), rebañir por rebañar, etc.

A pesar de apartarnos de las reglas comunes del castellano en estos casos y en algunos otros, hay una característica que merece la pena ser remarcada, precisamente por todo lo contrario: por la correcta utilización según las normas de las Real Academia de la Lengua, cuando en otros muchos lugares de España se hace un uso que se aleja de estas normas. Es el caso de la corrección en el campo de la sintaxis, en donde nuestro modo de hablar se aparta muy poco de lo comúnmente considerado como correcto. En Villafranca, por ejemplo, no se dan los fenómenos del laísmo, del leísmo o del loísmo, hechos lingüísticos muy comunes en otros lugares.

Tras este breve recorrido por algunos de los rasgos más particulares y curiosos del habla de Villafranca, sólo queda invitar a los lectores de este diccionario a adentrarse en sus páginas y disfrutar de ellas. Descubrirán palabras y expresiones que hace tiempo no escuchan y que están asociadas, en unos casos, a lejanos y entrañables momentos de la infancia, y en otros, a la presente cotidianeidad que refleja un modo de ser, un modo de dar cuenta de todo tipo de realidades, de maneras de comunicarse con los demás que nada tiene que ver con eso que algunos llaman un modo de hablar paleto o anticuado, sino que es un exponente de la riqueza lingüística del idioma castellano, del español rural que, desgraciadamente, puede caer en el más absoluto de los olvidos si no se llevan a cabo trabajos de recopilación como el que han realizado un puñado de villafranqueros orgullosos de serlo y orgullosos también de su modo de hablar y del modo de hablar de sus ancestros.

La página de internet del Tío Cazuela ha sido el lugar en el que nació la idea de este trabajo y en el que esta recopilación ha sido posible gracias a la iniciativa y la propuesta de Almu (nombre que adopta el coordinador del trabajo en los foros de dicha página), una propuesta que fue inmediatamente respaldada por villafranqueros anónimos que han puesto todo su interés en las discusiones previas a la aparición definitiva de cada palabra, en las conversaciones con las personas mayores que conocen bien nuestro vocabulario, en la labores de investigación en diferentes diccionarios y en todo lo que conlleva un trabajo colectivo de este tipo. El resultado ha sido magnífico. Habrá quien considere que determinadas palabras no deberían haberse incluido; otros echarán en falta algunos vocablos… Las discusiones han sido largas y seguramente seguirán vivas durante un tiempo. Pero eso no es lo importante. Lo importante es el disfrute de todos lo que han participado y el de quienes decidan leer este diccionario y, sobre todo, el rescate de tantas palabras y expresiones que nos unen en lo que más cohesiona cualquier comunidad: su habla, que es el reflejo y la expresión de una manera de ser particular de la que todos nos sentimos orgullosos.

Gracias al Tío Cazuela, a Almu, a Ciudadana sin alerta, a Pulicía, a ………… ………………., a todos los que han participado, aunque sólo haya sido con la aportación de una sola palabra.

(Todos los nombres son nombres de guerra de los colaboradores. Puesto que la identidad de todos es oculta, no se mencionan los nombres de los que han participado en el foro con su nombre real, con el fin de establecer igualdad de condiciones entre todos ellos. Esta no es una obra de unos pocos, sino de todo el pueblo de Villafranca de los Caballeros).

JLC