Cap. 08

«Las vísperas de la cena sobre escritura»

algua
A las vísperas, en viernes, siendo la última semana del mes natural, La Chela, solicitó la presencia de Eufrasieja, ayudanta de las cuatro que tenía en el mesón para sacar adelante todos los trabajos propios del sitio. Intención se llevaba en la cabeza de preparar que en el anochecido del sábado todo estuviera en orden de según le había avisado el tío Nieves el esquilaor, por recado del nieto de la hortelana Filomena, unos días atrás, entre los ires y venires, y los encuentros del esquilaor y el mozo de por su huerta y por el lugar de la plaza del mercao.
Aunque ya había hecho por encima las cuentas de los reales que costaría la cena de la cuadrilla de los que decían que se juntarían para de escritura hablar, lo tenía todo a un andar.
-Eufrasieja-, dijo Chela-, deja de dar tanto a las manos en el duz, y aligérate a pasar aviso de que ayudar nos tienen a la Vitorina, y a la moza tendera Ana Álvarez de Lara, que a cambio, unos buenos reales se llevaran al ponerse en disposición nuestra en la tarde de mañana.
-Desmayo tengo, en estas horas, y amén, que siempre de cien carcañales de faenas, la mayoría he de dar yo los pasos, habiéndose las otras criadas a la cerca.
-Ni por fundación en cierto te hallas. Que los trabajos del mesón de forma repartidera y justa procuro poner en encargo de cualquiera de vosotras-, sentenció La Chela-.
-¡Má!, tu eres la dueña, y de por ello dispones. Y aunque no estoy cosa, remedio no tengo otro que de a sus casas llegarme. Ay, y sabiendo de tu mandato, ¡ a la ligera!.
– Péinate esos melenchones y a ello acude, no sea que a tu vuelta, ni pan metas en el mojete y de vacio te acuestes.

Razones le asistían a La Chela en esto de mandar faenas y recaos a los que en su disposición tenía. Que no eran pocos. Mujer de equilibrado temple, se las lidiaba todo el año y sus días en llevar el mesón en buena gestión. Que menos quebraderos de cabeza le traía el controlar a las casi ochenta caballos y mulas que cabían en la cuadra, que a los visitantes y viajeros que por allí pasaban o se aposentaban en el mesón. No estaba situado en Camino Real, y daba el de sí, de setecientos cincuenta reales, más era de edificación grande y espacioso; cosa que los arrieros y viajeros con carruajes agradecían mucho al haber tanta anchura entre sus paredes para refugio de ellos mismos, sus carros y sus caballerías. Que fuera de sus paredes, o al raso, sus mercancías o pertenencias de ser hurtadas corrían riesgo. Que por todos los caminos a donde se mire hay de toda clase de pelajes, honrados, rufianes, gentes de mal o buen vivir. En los libros de las cuentas se entiende de viajantes de paso, otros muchos de hacer parada de varias jornadas durante el estío, aprovechando largas horas para el baño en las lagunas de la Villa quedando a un quarto de legua de las últimas casas.
No tenía fama de mucho lujo. Ni tampoco de ser quintería sin comodidades. Mas las manos de mujer de La Chela, suplían carencias con imaginación, orden y limpieza. De todo no habíase, más de nada faltaba para salir a una orilla en soluciones que siempre encontraba a dar salida.
Quien del camino allí paraba, por cada noche pagaba. Arrieros y trajineros de paso no soltaban de faltriquera, pero sí por el forraje de sus acémilas. A quien solo se limitase a descansar, almorzar y no hacer noche tampoco cobraba. Y aunque varias mozas había en ayuda de llevar el mesón, su honra salvaguardaba, que ni pecados públicos y demasías permitía en su casa. Que de sabido en otros lares las posadas y mesones daban cabida a la mancebía. Fuera de sus trabajos y en la vida que los criados y criadas llevaren fuera, de importarle nada y ni en ello se metía.

A la vuelta del encargo, la criada Eufrasieja relató los pasos dados del encargo.
-Lentos los pasos has llevado por el camino buscando a la Vitorina y de la tienda de tela..,- Dejó caer la mesonera.-
-Los de siempre que tengo, ni cortos ni largos, lo que mis piernas alcanzan y Dios pusiere en mi disposición, que coja sabes no soy, a más, si en esta casa tengo ganado el pan con todos los retroteros que de encargo me tienes encomendados.-Explico la criada-. Dado he con ellas dos del aviso, de contestación dijeronme, Ana la tendera no ha de inconveniente y presta a venir a ayudar en el anocheció de mañana. De la tía Vitorina decirte he, que de venirse será si de desliarse es capaz de todas las cosas que entre manos se trae. Y de otras, por la plazuela de la Glorieta topado he ido a dar con el alguacil, en un entretén me ha tenido diciendo que de traer leyes anda por el pueblo y de pasarse a tu mesón se tendrá que llegar a que las sepas y cumplidas sean. En ello mientras, dice y que se ha enterado que de junta de escribiduría hay mañana. Que si es gente de fiar la que estará y que si es de escritura de gustarle también querrá.
-¿El Alguacil, el del asco negro y a más leyes?.-Dijo La Chela-. ¿Acaso con tantas que imponen a cada poco sabremos que hacer según qué? De venir este no quiero saber cuentas, que cosas del chico nieto del la Filomena es la propuesta. Que ni el tío Nieves tampoco nombró en el recao que el Cazuela le mandó traerse a mi conocimiento. Entendido tengo que no le disgusta la escritura a este de la justicia, más me temo que lo que quiere es meter hocico para tirar de papel de pluma en denuncia de algún incumplimiento que de su entender crea. Cumplidora soy de las encomiendas de leyes, mas si llegare el Alguacil con retintines, con mi propia voz y a su jeta oirá que con lo que traiga a mi zumaque airearé. Ea, Eufrasieja, vayámonos al fogón de la cocina de dentro, que si de ayuda de las dos mujeres avisadas ya tenemos, y de los que nos estamos todas las jornadas en esta casa, de apuros salimos de la cena de los de la casquera de mañana.
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Sa que de tardarse mucho en llegar, fue la presencia de el del asco negro tras la vuelta de la criada, y eso yendo a pie, que la mula de acudir a los sitios y lugares del propio Concejo ya la tenía en uso el Alcalde. Que de a todas las horas del día iba con su compañía de un lado a otro, menos a la cuadra a echarle paja y cebada, y menos a darle agua. ¡Más le gustaba que le dieran pie, para subir a la cabalgadura!. Eso sí, estirado le gustaba ir subido, que de parecerse que la mula iba a esbocicar y dar parecido con un moño en una cepa en la linde de la viña. Cosas de tener el sillón y la vara del Concejo de la villa. Incluso, de pleito anduvo el Alguacil con el otro por no dejarle la mula torda por tenerla durante los días y durante las noches para sí. De cuya cuestión, la justicia de Toledo para que no riñeran, hubo de quitársela de los dos, en salomónica razón.

(Continua)